Fijos los ojos en Jesús


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! 

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. 

Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

(Lc 12, 49-53)

Lo maravilloso del arte, en cualquiera de sus disciplinas, está en su necesidad de hilar siempre fino, de acrisolar, de mirar al detalle cada pieza, de contemplar y corregir cada trazo o cada sonido. Sólo mirando el detalle se podrá disfrutar del conjunto del paisaje, la armonía, la obra y la imagen. 

El texto evangélico que hoy se nos presenta está cargado de frases contrastantes que, puestas en boca de Jesús, nos resultan bastante difíciles de digerir. Fuera de su contexto, estas palabras nos parecen bastante violentas, pero en realidad manifiestan un deseo y una verdad que Jesús guarda en su corazón: el anhelo y la certeza de la fe. 

La Iglesia, como Madre y Maestra, nos muestra en su pedagogía la necesidad de contrastar la Escritura que escuchamos en la liturgia para ofrecer una interpretación coherente e íntegra que aporte significado a nuestra vida cristiana. Por eso hoy la Carta a los Hebreos nos da las claves de lectura necesarias para comprender bajo la mirada de la fe:

Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. 
Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. 
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado. (Hb 12, 1-4)

La vida es un combate, una lucha permanente. Así, de este mismo modo se nos presenta la fe que, vivida como don, es también tarea que debemos hacer germinar y crecer, alimentar y cuidar. Jesús manifiesta así el deseo de que los suyos ardan de amor y hagan arder al mundo, y la consecuencia inmediata de este amor no es más que la Cruz de las divisiones. Aunque todos hemos sido llamados por Dios al Amor, son pocos los que asumen en su vida la radicalidad de esta llamada. Nos cuesta mucho comprender las determinaciones del amor de Dios y las consecuencias que acarrea. El cristiano que se toma en serio el seguimiento de Cristo y la unión radical con Él tiene la clara consciencia de ser "signo de contradicción". Las palabras de Jesús nos resultan polémicas cuando se escapan de nuestros esquemas acomodados; sus gestos nos parecen incómodos y controversiales cuando no se ajustan a nuestros juicios sesgados y criterios reductivos. Parece que Jesús nos provoca a dejar las tibiezas que nos neutralizan y ablandan. Su Vida y su muerte en Cruz son siempre muestra de un amor que se desborda con fuerza y con ímpetu, y tal temeridad es la que hoy se nos pide vivir ante un mundo acomodado e indolente. Una fe que no se tambalea ante la adversidad sino que, ante todo, sabe de quién se fía y en Él pone su mirada. ¿Qué situaciones te están haciendo desviar la mirada? ¿Qué "tibiezas" reinan hoy en mi vida y me impiden vivir la fe con mayor radicalidad? ¿Arde mi corazón por Dios o experimento la desidia interior? ¿Qué debo hacer para reavivar la llama de la fe que Dios me da como don? ...

Pide al Señor la Gracia de la fe, y pon en tu vida los medios necesarios para vivirla con intensidad y alegría, sin medias tintas, teniendo siempre "fijos los ojos en el que inicia y completa nuestra fe, Jesús". 

Feliz día del Señor. 

P. Samuel 

Comentarios

  1. The more we have the desire to know Jesus, and the more we get to know Him, the more we get closer to Him...it is the only way to keep the flame alive, even if, even though our lives are difficult

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