¡Sólo el Amor da plenitud!

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. Habéis oído que se dijo:
“No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que se repudie a su mujer, que le dé acta de repudio.” Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Mt 5, 17-37.


El pueblo judío se sostiene desde antiguo por la Ley de Moisés y por los profetas. Con ello Dios mismo comunicó su Plan salvífico al pueblo elegido y, en el contexto de Jesús, la esperanza está puesta en la centralidad que ha cumplido la Ley como expresión de la presencia y asistencia del Dios Único. Como buen judío e hijo de su tiempo, no resta importancia a esta realidad de fe, pero es consciente de que algo se ha perdido por el camino y de que algo más ha de llegar. Una ley que no redimensiona y potencia el vínculo con Dios, es letra muerta. Una ley que se cumple a cabalidad y en un estricto sentido jurídico (e incluso moral) pero en la que no se plenifica el plan para el que ha sido creado y llamado el ser humano, no sirve más que para "poner orden" y delimitar la agresión y el instinto. 

Hay ciertos términos que se han introducido en nuestro mundo actual con mucha fuerza justificando, en mayor o menor medida, ciertos "pactos" de no violencia y de abstención en terreno ajeno: "tolerancia" o "distanciamiento social" son términos necesarios pero no suficientes. Se trata de lo mínimo para coexistir. Pero el Plan salvífico de Dios para con nosotros no se limita a "no hacer el mal". Claramente desde el Génesis, se nos revela que el ser humano ha sido creado por Dios con un grado máximo de perfección, a imagen suya: "Y vio Dios que era muy bueno". Por tanto, no es lo mismo "no hacer el mal" que "hacer el bien", y es una certeza que Dios ha impreso en nuestro corazón. En este sentido, el gran activista cristiano Martín Luther King decía: "No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos". 

El mal de la indiferencia, la tibieza, el silencio y la mediocridad de la época de Jesús es también el mal de hoy. Nos conformamos con no meternos con los demás, como si el convivir con los demás se tratase sólo de delimitar nuestras libertades y mantener las distancias "de seguridad", como viviendo en una permanente pandemia existencial que nos llena de desconfianza y nos amarra al sillón de la comodidad. 

El cumplimento y la obediencia a la ley no es problema en Jesús. Sí que lo es, en cambio, la falta de amor que nos cierra las entrañas y nos aleja del plan salvífico del Padre, ahogando la compasión que Dios desea hacer crecer en el corazón de sus criaturas. Así, en realidad la plenitud de la ley está en el amor con que se vive la relación de correspondencia a Dios y el vínculo con los demás. 

Ciertamente que el texto evangélico de hoy no es demasiado práctico, tal y como nos gustaría que nos lo den todo hecho: en cápsulas, procesado, con recetas y de fácil aplicación. Nos resultaría mucho menos complejo el que Dios nos lance una retahila de obligaciones y prohibiciones a cumplir como borregos sin nada qué discernir y con el remedio garantizado de una "salvación" de fácil acceso. 

¡Pero no! El don de Dios pide una respuesta exigente e indulgente a la vez. No se escandaliza de lo que somos (nos conoce más que nosotros mismos), y sabe de nuestras limitaciones y fragilidades; pero también espera un amor que saque lo mejor que hay en nosotros para donarlo al mundo y hacerlo más justo, humano y fraterno. Sólo el amor salva, es dado por Dios gratuitamente y por pura iniciativa suya para que, experimentándolo, podamos acoger a los hermanos con amor fraterno. Esto sólo es posible desde el regalo de su Espíritu Santo que habita dentro de nosotros, y que nos ofrece la fuerza necesaria y la actitud humilde para disponernos a transitar el camino de seguimiento alegre y auténtico de Cristo Jesús. 

Que tengas una buena semana en el Señor. 

P. Samuel 

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