¿Ser bueno o ser del Espíritu?

¡Hola de nuevo! Como te dije la última vez, voy tomando serias cartas en ciertos asuntos de mi vida que necesitan de una verdadera "metanoia" o, dicho en cristiano, una conversión del corazón y de la mente. 

Hace pocos días he ido a visitar a mi director espiritual, y hemos entablado una fascinante conversación, como siempre. Pero, en esta ocasión, me recordaba lo que en su día nos dijo a los recién ordenados sacerdotes el día que impuso sus manos: la diferencia entre ser bueno y ser del Espiritu. Aunque se refería en particular a los sacerdotes, sin duda aplica a toda persona, a todo creyente que se lo toma un poco en serio. Algunas de nuestras consignas: "bueno es quien no hace daño a nadie" (y nos conformamos con ello); "bueno es quien hace mucho por los demás" (recordemos que muchos ateos también hacen muchas cosas buenas, y a veces más que los creyentes); "nos basta con tolerar a los demás" (aunque no nos soportemos)... Y así nos pasamos la vida poniendo sucedáneos y acallando la conciencia. 

Hacer cosas y estar presente en lo que haces, ¡qué diferencia tan tremenda! Más aún, ¿hacer mucho por los demás o ser 'presencia' en la vida de los demas, compañero de camino? ¡Abismal diferencia, aunque siempre habrá argumentos para negarlo! 

Hace pocos días ha muerto el padre de un hermano de mi comunidad... "¿Qué puedo hacer por ti?" ¡Fatídica pregunta la que le hice, cuando lo que más importa en esos momentos es acompañar en el silencio que contempla y ama! 

Y así tantas experiencias que me hacen ver la importancia de diferenciar entre el "ser" y el "hacer", incluso entre el "hacer" y el "estar". Porque a veces, -muchas veces- es más elocuente la presencia silente que la acción ruidosa. ¡Piénsalo para ti, quizás el Espíritu te pide ser más de Él que ser bueno... simplemente bueno! 

¡Hasta otro día!

Aquí el cura amigo que camina contigo mientras cantamos!