¡Llamados a su luz admirable!

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.» (Jn 3, 16-21)

Nicodemo, un hombre letrado y culto, estudioso de las cosas de Dios y buscador de las verdades de la fe, se acerca a Jesús de noche. Sí, de noche, a oscuras, cuando vemos poco, cuando nuestros rostros se desfiguran, cuando salimos en busca de lo tortuoso y difuso, lo prohibido y escondido, lo que nos procura cierta discreción. De noche, cuando creemos salir ilesos y pasar desapercibidos. Nicodemo no quiere que le vean los doctores de la Ley, no quiere tampoco verse a sí mismo y mirar la tiniebla que lo encubre. Nicodemo, buscador de la verdad, vive en las tinieblas de sus propias seguridades y fantasmas, de sus propios miedos y su ego lleno de convicciones sobre Dios, pero de poca certeza. La convicción apunta al intelecto; la certeza, a la experiencia honda del corazón.  

En el marco de este encuentro surge este diálogo con Jesús, después de responder a este hombre cómo sí que es posible nacer de nuevo, por el agua y el Espíritu. Estas palabras de Jesús recogen todo el sentido del plan de salvación para nosotros: "Tanto amó Dios al mundo..."

¿Qué tal si sustituyes la palabra "mundo" y pones tu nombre? Tanto te ha amado Dios a ti, con nombre y apellidos, con historia y con batallas, con oscuridades y destellos... que se ha entregado todo en su amado Hijo, para que lo descubras presente en tu vida, para que salgas finalmente a la luz después de esconderte tanto de ti mismo, de Él y de los demás, después de vivir en el fondo de tu lodo, entre las tinieblas de la mentira y los espejismos, de las fantasías que piden y no dan, de las vanidades que ofrecen y no realizan. 

¿Hasta cuándo comeremos de las migajas que caen de la mesa si podemos sentarnos a la mesa, si somos invitados especialísimos de Dios? ¿Qué tal si salimos hoy de nuestras tinieblas, para vivir en verdad, en la Verdad que nos aclara el día y nos hace libres en plenitud? Quien se oculta está muerto en vida; quien se aleja y encubre, se pierde; quien le huye a la luz y quien rehuye de la verdad prefiriendo la noche de su soberbia ególatra, ya está condenado, se ha condenado a sí mismo. 

Con humildad, presenta ante el Señor cuáles están siendo hoy tus oscuridades y mentiras, y qué harás para acercarte a la luz de la Verdad. Hazlo hoy, hazlo sólo por hoy, y cada día renueva ante ti mismo, ante tus hermanos y ante Él, tus anhelos de un clarear que no conoce de ocasos. Bien sabes que ese es tu sueño más amado... y es el sueño de tu Creador. ¡Y es ahí, en el sueño común, donde finalmente coincidimos! 

Feliz y luminoso día, ya muy cerca de la primavera. 

Otro que camina contigo. 

P. Samuel 

Comentarios

  1. Llamado a atender su obra en mi. Solo hay que redescubrir a Dios en nuestra vida y ceder. Pero con prontitud, porque la vida se nos va y es preferible que vaya acompañada de su presencia y asistencia. Unidos en oración P. Samuel.. bendiciones...

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  2. Tanto me ama que me dio la posibilidad de amistades profundas y sinceras. Me ama con tanta intensidad que en los momentos de oscuridad me sostiene y me invita a seguir. Me ama tanto que cuando soy un desastre me recoge y me vuelve a dar sentido. Me ama, de eso no me queda duda. Gracias Samuel... Un abrazo desde el sur de América

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