"Sabía lo que hay dentro..."

Hola, queridos hermanos. 
Ya estamos adentrados en este desierto cuaresmal que, vividos en verdad, nos acerca más al Corazón de Dios que sigue latiendo. 

Cuando escuchamos ciertos relatos del Evangelio no podemos menos que sorprendernos de ese Jesús que se rebela con ardor y que es susceptible a ciertos temas. Es el caso del conocido relato de los mercaderes del Templo. Vemos al Príncipe de la Paz derribando chiringuitos y alzando la voz con firmeza ¿Acaso esto no "desdice" del Jesús habitual, "manso y humilde de corazón"? 
Es bueno recordar algunas cosas importantes, sobre todo para seguirle mejor, incluso inspirados en escenas tan desconcertantes: 

-Es un relato que incluye en sí una explícita reflexión que alude a la Resurrección; por tanto, claramente se evidencia las pinceladas que el Espíritu Santo traza sobre el Evangelio de Juan (aprovecha y léelo, te invito: Jn 2, 13-25). 

-Si has leído bien, fíjate en un dato muy simple pero curioso y significativo: ¿por qué Jesús tiene más delicadeza con quienes venden palomas? Porque es evidente su atención y cuidado por los más pobres, quienes no podían aspirar a más, quienes no tenían, quienes menos contaban. A pesar de su firmeza y su cólera, su corazón tendiente hacia el más pobre frena y pone límites a su dureza frente a la bajeza en la que han convertido el Templo, la Casa del Padre. 

-El relato nos cuenta que Jesús ya conoce nuestros adentros más profundos, las miserias del corazón, nuestras propias bajezas y superficialidades, la epidérmica relación con Dios y con los demás, nuestra tendencia enfermiza a la autorreferencilidad. 

En fin, a veces es necesario recibir un golpe firme en la mesa que nos haga reaccionar. A veces es necesario que alguien nos resitúe el camino, que nos recuerde el orden de prioridades, que nos enseñe a distinguir lo esencial de lo secundario, y que nos lo haga ver con autoridad y firmeza. Eso nos da directamente en el ego, y ¡eso a quién le gusta! Pero el que ama sin condiciones ni tapujos es capaz de abrir los corazones a veces forzándonos a mirar de otra manera la vida y así salvarnos de seguir revolcados en el propio barro y hundidos en nuestras propias miserias. 

Dios te busca, y busca salvarte permanentemente, a veces forzándote a mirar desde las propias entrañas para conectar con la vida y con la verdad de tu corazón enceguecido y torpe. No te "pone pruebas", como estamos tan acostumbrados a pensarlo (nuestro Dios no es un "domador de tigres" ni un "entrenador de perros"), pero sí que hace de toda nuestra historia una oportunidad única para acercarnos a su Corazón de misericordia. 

En este día, puesto delante de Él, regálate cinco minutos para mirar dentro de ti cuáles son esos "chiringuitos" y máscaras que te has construido y que te están impidiendo una relación verdadera y profunda con Dios y con los demás. Si te sirve, proclama y haz tuyo el Salmo 139. 

Hasta otro día, seguimos caminando juntos mientras cantamos. 

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