¡Un Dios que no pasa de moda!


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.» (Mc 13, 24-32)

Nos estamos acercando al cierre del año litúrgico, en el que se nos presentan textos bíblicos difíciles de digerir pero, paradójicamente, con un sentido muy actual. 

Recuerdo que en la década de los 90's nos surgió una manía colectiva desaforada por el "fin del mundo", como si la naturaleza y el cosmos respondieran a nuestras cuentas sobre los finales de los milenios y los inicios de otros, y no a la inversa. Así, de modo similar, cada cierto tiempo, conforme vemos tanta tragedia a nuestro alrededor, se nos agudiza ese sentido catastrófico y pesimista. Comenzamos a interpretar la Palabra de Dios permitiéndonos licencias para adaptarla a la medida de la actualidad, sin tomar en cuenta los contextos, los textos y los pretextos que ésta encierra. 

Es normal que, ante tanta guerra, tsunamis, volcanes y pandemias, pasemos la vida buscando respuesta acerca de nuestro presente y futuro. El problema está en el cristal desde el que solemos mirar los acontecimientos, con mucha frecuencia desde la tragedia y no desde la esperanza. 

El horizonte que plantea Jesús siempre es esperanzador y fiel al sentido de su presencia: la Vida abundante para todos. El 'Abba' que Jesús se empeña en mostrarnos es el Dios de la vida, que no se contradice a sí mismo, que no es hoy un "sí" y mañana un "no" (tal y como solemos serlo nosotros). En Dios, todo es un permanente y sostenido "¡sí!" de amor eterno, en el que se basa su fidelidad. 

En virtud de ello, Jesús no es para nada ingenuo, pues no deja de reconocer que la vida misma es una batalla continua, pero asume que en dicha batalla el Amor es el que siempre vence. ¡He aquí la sustancial diferencia! He aquí el hito que separa radicalmente la desesperanza angustiante de la Esperanza activa, no con ingenuidad y falta de realismo; sí con optimismo y certeza segura en el Dios de la Promesa, aún pisando tierra y a veces con la agobiante sensación de que nos falta el aire para respirar. 

Para Dios, los tiempos difíciles son llamadas permanentes a la esperanza y a la exigencia de una confianza más plena que nos invita a mirar en los brotes tiernos el fruto ya maduro, al menos en potencia. Es la invitación a comprender que el Reino de Dios no es una realidad "de moda", que se exhibe tras los muestrarios de las tiendas de acuerdo a cada temporada, sino que es realidad presente e inacabada. Sí, suena contradictorio, pero seguramente cuando ves a tu hijo, a tu sobrino o a tu nieto pequeño a veces llorón, testarudo y malhumorado no dejas de soñarlo fuerte, realizado, feliz y bien encaminado. ¿Es así? 

Lo mismo hace el Señor con nosotros y con toda la creación. Cuando algo existe en germen, es ya para Dios vida plena, aunque nuestra mirada no abarque a comprenderlo muy bien, como cuando no vemos que en el grano de mostaza está aquel inmenso, frondoso y robusto árbol, o en el vientre de aquella madre se encuentra el inventor de la vacuna definitiva contra el VIH. 

Podrán pasar cielo y tierra, podrá pasar este otoño frío; podrán pasar todas las pandemias, tsunamis y erupciones volcánicas; es más, hasta podremos pasar tú y yo... pero Él... Él es origen, sentido, meta de todo cuanto existe. En Él, lo pronunciado es ya Verdad, Bondad y Belleza. A nosotros no nos toca hacer de dioses, sólo nos toca fiarnos en que Él es, y es así. 

Esto es, a fin de cuentas, lo que significa el "¡Amén!" que tanto decimos. Hoy di tu "¡Amén!" con esta consciencia, y verás que el sol brillará mucho más para ti, habrá más alegría y paz en el ambiente, y sentirás que tu corazón late con más ganas. 

¡Feliz domingo! 

P. Samuel 

Comentarios

  1. Q maravilla d reflexión y pienso q es cierto q Jesús es el q esta ha nuestro lado y el nunca se va d nuestra vera y aunque pasen muchas desgracias nosotros q creemos en el tenemos q estar alegres

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  2. Más de dos mil años de la Palabra que nunca pasará. Has que vivamos tu Palabra aún sin comprenderla

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