La Palabra: "Espíritu y Vida"


La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. 

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.

(Salmo 18, 8.9.10.15 R.)

Este precioso salmo resume el sentido que Dios, hecho presencia actuante en su Palabra y en sus proezas, imprime en el corazón del creyente. Los tiempos que corren no dan cabida a las palabras, parece que nos estamos acostumbrando a una comunicación muy pobre, que nos evoca a la era cavernícola de los signos, llamados hoy tan modernamente "emoticon", sustituyendo la piedra por los dispositivos electrónicos, queriendo decir mucho con una carita feliz o un "gift" sugerente. El problema no está en querer ser gráficos con la comunicación; el problema está en la interpretación y en las experiencias poco enriquecedoras. Seguramente te ha pasado, como tantas veces a mí, que por comunicar en un chat a través de la simplicidad de estos signos, hemos acabado generando conflictos o malinterpretando ideas. Lo cierto es que la palabra cada vez tiene menos significado, pero, curiosamente, es la palabra la que nos distingue de los animales. ¿Será que la pobreza en el lenguaje nos está animalizando? Digamos que "deshumanizando", para no meter a los animalitos en esto. 

El Papa Francisco hace unos años ha instituido este tercer domingo del tiempo ordinario como el Día de la Palabra, con un sentido muy lógico que ha venido precedido de la Epifanía, el Bautismo y el milagro de Caná, como haciéndonos ver la importancia de la Palabra como auténtica Revelación, y que en Jesús se cumple como Buena Noticia para el mundo de todos los tiempos. Siempre lo hemos entendido así, pero es cierto que algunos cristianos todavía hoy damos poca importancia a la Palabra de Dios, en la cual se nos ofrece Dios mismo, y se hace para nosotros el medio más inmediato para conocerle.

Toda la liturgia de hoy nos conduce a la centralidad de la Palabra de Dios, viva y eficaz, transformadora, capaz de penetrar el corazón humano y convertirlo. Una palabra celebrada en comunidad creyente, que orienta y guía la acción de un pueblo errante y perdido, que ilumina nuestras sombras y brinda esperanza. Una palabra en la que YHWH, el Dios único y verdadero, se comunica, se hace sentir y descubrir, hasta que, en Jesús, esa "Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria" (Jn 1,14). 

La Palabra de Dios, que se hizo para ser escuchada y vivida, es hoy el clamor del Padre que con su Espíritu quiere seguir infundiendo en nosotros una vida abundante, la plenitud de su voluntad que no es otra que la del "hombre viviente", tal y como lo diría el grande (y recientemente proclamado Doctor de la Iglesia), San Ireneo de Lyon. 

La proclamación que hace Jesús del libro del profeta Isaías sella con la Palabra la misión de anunciar la Buena Noticia de la salvación a toda la creación, especialmente a quienes menos han contado, a quienes más sufren, a quienes son víctimas de la injusticia, de la impunidad, de la degradación. En Jesús, la promesa de Dios se hace Esperanza y Liberación en un mundo esclavizado, un Dios que busca la felicidad traducida en la abundancia de la vida. 

¿Quieres imaginarte entonces a Dios sonriendo contigo y por ti? Busca ser feliz, pero feliz de verdad. La felicidad no es el punto de llegada al cumplimiento de mis "planes personales", hechos a la medida de mis antojos superficiales y egocéntricos. La felicidad es mosaico hecho de los retazos del camino andado, es el ir comprendiendo, paulatina y pausadamente, que Dios camina con nosotros, indica la senda, abre horizontes de plenitud, nos ama y nos quiere vivos, alegres y en santa paz. 

Seguramente pienses que eso de la felicidad no es más que una idea fantástica y poco realista de la vida. Quizás acaso no sea que nuestra inconformidad nos esté llevando a un callejón sin salida donde la rutina y el sinsabor marcan la pauta de mi día a día, y no la novedad grandiosa de un Dios que cada día quiere hablarte y no se cansa de llamarte por tu nombre y a una vida alegre. 

Hoy tal vez sea un día importante para dejarte sorprender por la Palabra de Dios, abre los oídos y el corazón para una escucha atenta de lo que Dios quiere decirte. Hoy podrías comenzar a vivir desde otra mirada, con otra actitud, retomando aquellas ilusiones perdidas en el camino, desempolvando los proyectos que te hacían latir más fuerte el corazón, haciendo aquello que no te atreviste hacer antes por miedos y complejos. Tal vez hoy, releyendo este precioso salmo y haciéndolo tuyo, puedas comenzar a andar en la paz de ese Dios amoroso y fiel que te espera y sueña. 

Como decía San Agustín: "El Señor que te creó sin ti, jamás te salvará sin ti". ¡Adelante, búscalo, ábrele! 

Un abrazo grande, de quien camina contigo. 

P. Samuel 


Comentarios

  1. Samuel un gran escrito por tu parte siempre digo q como la palabra no hay nada q se quiten iconos también dicen pero no como la palabra gracias Samuel. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Gracias Samuel,que Dios te bendiga

    ResponderEliminar
  3. La Palabra ilumina. Buena meditación. Encomiendo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario