Sí, la vida es bella...¡no fácil!

 

Un gran amigo solía decir esta frase con relativa frecuencia, (que al parecer se la copió de la célebre e ilustrísima Mafalda): "La vida es bella, no fácil". Y, a lo largo del tiempo, ¡cuánta razón les doy a ambos! Quizás ya con cuarenta primaveras voy enfrentándome finalmente al despertar del sueño en el que flotaba imaginando la vida. Tal vez, en mi caso, no necesariamente por ingenuidad, pero sí por huida de la realidad. 

Vivimos muy a menudo del cuento, montándonos películas sobre la vida, pero no pisando fuerte la realidad, y mucho menos con los pies descalzos. Lo cierto es que Dios siempre, siempre (repito, ¡siempre!) nos hace pisar tierra (del latín,"humus"; y, de ahí, la palabra "humildad"). Pero su pretensión, lejos de hacernos reconocerle a la fuerza como Dios que es, -como si necesitase de nosotros para serlo, y requiriese de su uso arrogante del poder-, nos eleva al monte para mostrarse como Realidad y Promesa. 

Es aquí cuando, de imprevisto, nuestra entrada de hoy tal vez merece un cambio repentino de título. Podríamos decir más bien: "¡Sí, la vida no es fácil, pero es bella!"... Luminosa, radiante, preciosa, mágica... El Señor Jesús es transfigurado por el Padre en el Espíritu, saliéndose del guión, saltándose las lógicas, dando sentido a todo esfuerzo de subida, a todo sudor, a toda sed. El Dios de Jesús se muestra tal cual es, dando sentido a toda la creación y a la Historia entera, a la Ley y a los Profetas. En Él todo se cumple, y en El Tabor se anticipa la alegría Resucitada y Resucitadora como Meta, como triunfo definitivo sobre el mal, el pecado, el dolor y la muerte. Suben al monte el Maestro y sus tres más íntimos (Pedro, Santiago y Juan), conversando entre advertencias y confusiones lo que pronto habría de acontecer en el Calvario, como haciendo ver que Dios actúa en la historia desde lo cotidiano, abriendo el cielo e iluminando la oscuridad, aun en medio de los sollozos y las lágrimas. 

¡Es el Dios de la Esperanza que nos invita a confiar! En Jesús, se revela un Dios que mira nuestra historia humana con otros ojos. Pero, claro, exige subir, dejar la seguridad de la ciudad, alzar la mirada y el vuelo, remar mar adentro, sumergirnos en lo profundo y desde abajo, esforzarnos por ampliar los horizontes de nuestro mirar corto y torpe. 

Ese Dios-Hombre que es la Luz, se hará la Luz de los hombres; pero, no sólo eso, nos dirá: "Ven, sé mi luz", como le susurró al oído Jesús a la Madre Teresa de Calcuta en estos tiempos, porque sigue vivo, y el Tabor ha sido un anticipo de lo que hoy es realidad: la identidad más profunda del Hijo Amado del Padre. 

Aun entre los mismos sudores, tragedias y desdichas de la vida, Dios nos invita a contemplar su paso silencioso y luminoso, nos invita a encontrarle escondido entre los suburbios de la miseria y la oscuridad, nos invita a mirarle también sonriente en los rostros agradecidos de quienes amamos de verdad y en la Verdad de Dios. 

A este respecto, el Papa Francisco nos recuerda: "Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud «si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: «Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro». Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque «la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte»" (FT 87) Por eso Jesús, luego de transfigurarse, les invita luego a bajar, a volver, para no aislarse de nuevo, ahora en las tiendas de la comodidad. 

Recuerda, entonces que ¡sí, la vida es bella... ¿quién ha dicho que fácil?!

Un abrazo en el camino, mientras cantamos la vida con alegría. 

(Hoy me he extendido más de la cuenta, ya lo siento)

P. Samuel. 

Comentarios

  1. Dando en el clavo una vez más. Bajemos de la montaña transfigurado, cambiados, confiados. Y a seguir el camino con esperanza.

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  2. Me alegra conocerle. Sufrimos con Venezuela y sus gentes. Otro sacerdote

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