¡Testigos en marcha!

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

- «Paz a vosotros.»

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo:

- «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

- «¿Tenéis ahí algo de comer?»

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:

- «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:

-«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

Vosotros sois testigos de esto.» (Lc 24, 35-48)

1. Ser un testigo: 

Nos adentramos en el mar profundo y claro de la Pascua. Con este hermoso relato, Jesús les trae a sus discípulos la paz, -y nos trae a nosotros, su paz- se nos da Él mismo, no sin recordarnos la historia reciente mediante sus llagas y heridas abiertas. ¡Nos hace sus testigos de principio a fin!

Si te fijas con atención en el texto, comienza cuando los discípulos de Emaús vuelven corriendo a Jerusalén y «cuentan lo que les había pasado por el camino», y también «cómo lo habían reconocido al partir el pan». Lo primero que nos dice es que los discípulos «cuentan» lo que han vivido. Y, al final, Jesús nos nombra «testigos de todo esto». Ambas cosas significan lo mismo: no somos cristianos para nosotros mismos, sino para anunciar al mundo lo que hemos vivido, y lo que vivimos. 

En mi tierra solemos decir que "nadie experimenta en cabeza ajena". El testimonio no proviene de lo aprendido en los libros, ni en los muchos consejos que otros puedan brindarnos, aún con toda la buena fe. Hay realidades que sólo generan certezas cuando se han vivido en la propia piel. La experiencia, en este sentido, es un gran regalo de la vida. Del mismo modo, el testigo expresa a los demás lo que ha vivido y vive en el fondo del corazón, con la máxima humildad de quien se sabe servidor. Ya desde antiguo, los  profetas lo vivían con gran lucidez: la Palabra de Dios les quemaba los labios y el corazón, no eran dignos de proclamarla, pero Dios les había seducido, los había vencido con su amor, les había encomendado una misión, tal y como a nosotros hoy.

2. ¡Shalom!

Jesús mismo se presenta en medio de la comunidad reunida y le hace el regalo de la paz. Era el saludo normal entre los judíos: ¡Shalom!, paz, significa la paz total, de fuera y de dentro, la vivencia de una paz profunda, vivida en el fondo del alma, que se manifiesta en obras y palabras. En Jesús Resucitado, la paz tiene un significado totalmente nuevo: su Vida nueva y resucitada, la única que nos puede llevar a una paz auténtica. Sólo la entrega total por amor, que Jesús nos ha enseñado con su vida, podrá construir un mundo nuevo, una sociedad en la paz que todos deseamos. 

En este sentido, la paz se contrapone al miedo. El miedo de los discípulos es expresión de la dificultad que todos tenemos para creer. Nos resulta fácil pensar en la Resurrección como mero "símbolo" o representación de nuestras esperanzas. Corremos el riesgo permanente de mirarla como un sueño, un recuerdo o una reflexión cabal sobre la vida para portarnos mejor. No se nos olvide que Jesús Resucitado es el mismo Crucificado, invitándonos hoy, a ti y a mí, a dejarnos resucitar, a rendir nuestra vida a la suya, a renacer y reinventarnos desde Él. ¡Su paz tira fuera el miedo, y nos acerca a una nueva vida!

3. Jesús Resucitado recobra el sentido:

El Resucitado suscita en los discípulos muchos sentimientos; aunque están asustados y sorprendidos, también se llenan de alegría, al punto de quedar atónitos. El gozo es característico de la Pascua; Dios nos ama tanto que es capaz de dar la vida por nosotros. Ante un amor tan grande sólo cabe responder con alegría y amor. Dios ha hecho su propuesta de Vida y nos ha dado el encargo de anunciarla a todos, especialmente a los que "viven en tinieblas y en sombras de muerte", a quienes no conocen de la Esperanza, a quienes les cuesta reconocer el paso del Amor en su vida. Testigos de la Vida a los que mueren en vida, cansados, agotados del camino, desesperados, tristes, solos, hambrientos de sentido. 

Jesús nos recobra el sentido, se convierte en sentido vital, en el único capaz de saciar cualquier sed, de librarnos cualquier batalla, sacarnos de cualquier aprieto, devolvernos la sonrisa que se nos había borrado del rostro por tanta herida, desengaño y amor malgastado. Pero, como de improviso, nos devuelve el ánimo, nos da su Espíritu -Aliento de vida- que alienta nuestras vidas, para que vivamos nosotros y para que anunciemos su Vida. Hoy te propone nacer de nuevo para una esperanza viva, pero te pide una respuesta. ¿Te animas a intentarlo? 

Seguimos caminando juntos. ¡Somos testigos en marcha!

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