"Nadie me quita la vida, Yo la entrego"

En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.» (Jn 10, 11-18)

Contemplar a Jesús como el Buen Pastor, tal y como Él mismo se define en el Evangelio de Juan, es de las afirmaciones más sublimes y grandes que expresan cómo es, de qué está hecho su corazón por dentro. Cada frase es una fuente inagotable de Verdad y de Gracia, cada palabra como una esperanza de vida nueva y auténtica, de aguas claras, de horizontes nuevos, de plenitud y belleza. 

Un Pastor que busca al perdido, que ama apasionadamente a todos, a cada uno, también  al sordo y al distraído. Un Pastor que no pide, sino que se da, que no exige, sino que se entrega, derramado en Amor puro y sólo eso. ¡Así de sencillo, así de inmenso! ¡Así de claro, así de misterioso! 

Pastor que ya desde Egipto irradiaba los destellos de un Dios liberador, guía, celoso y decidido; quien condujo por medio de Moisés al desierto y habló, se detuvo y acampó en medio de ellos. Pastor a quien el pueblo pide resplandecer en poder a favor de los más débiles, y los salve. Pastor que en Ezequiel se promete cambiar nuestro corazón de piedra en corazón de carne. Pastor que es el corazón mismo de Dios, en el rostro del Hijo. A quien nadie arrebata la vida, aunque así lo sigamos presumiendo en la historia de esta humanidad perdida y desorientada, rebelde y soberbia, con ínfulas de autosuficiencia e ingratitud. Nadie le arrebata la vida a aquel que es la Vida. A pesar nuestro, Dios sigue amando, sigue donándose, sigue hablándonos al corazón, mirándonos con amor. 

Un amor que sigue siendo locura, pero que sigue siendo plenitud de vida para tantos, Agua Viva, única capaz de saciar nuestra sed de infinitud y verdad. ¡No hay otra! El amor del Buen Pastor es hoy un claro signo de contradicción en medio de relaciones de transacción al uso y caducidad; sucedáneos que tarde o temprano pedirán algo a cambio. "Amores-lobos" revestidos de oveja, en busca de su propio interés; disfrazados de realización, pero que acaban anulando; con promesas de libertad, pero que terminan siendo esclavitud y opresión. Nada más lejos es el Amor de Dios, es todo lo contrario y más. Es puerta, casa, oasis y remanso de paz, acogida y ternura, olvido de sí y misericordia infinita, que no pregunta sino que es la respuesta. Amor que tiene sed de que tengamos sed de El. ¡Ese es el Corazón del Pastor!

¿Cuál es tu sed más profunda? ¿Dónde buscas saciarla? ¿Quién es tu Pastor? ¿Para quién eres y vives? ... 

Hoy quiero proponerte meditar en el Salmo 22: El Señor es mi Pastor, nada me faltará, para que encuentres allí la verdad de tu corazón. Con esto, te propongo tambien que escuches esta preciosa canción (pincha Buen Pastor), y la hagas oración y súplica.

Con San Juan Clímaco, me despido hasta la próxima diciendo al Señor, con vosotros: "Tu amor me ha herido, yo marcho cantándote". 

P. Samuel 

Comentarios