El arte de divertirse entre sonidos!
“Mi música la entienden mejor los niños y los animales”
-Ígor Stravinski-
Ya he
mencionado en el artículo anterior que la música forma parte de la vida misma
del ser humano, y que juega un papel importante para su crecimiento personal y
para su integración en una sociedad y en una cultura. Descubrimos así una serie
de dimensiones de la música que iremos contemplando y desentrañando a lo largo
de las siguientes entregas. Una de estas dimensiones implica, sin duda, la
capacidad que la música nos sugiere para volver a la infancia, para recrearnos,
divertirnos. ¡Con ella sonreímos, nos movemos, bailamos… jugamos!
La
música y el “homo ludens”
En un sentido genérico, el juego puede ser concebido como una
actividad agradable que tiene el fin de pasar el tiempo de forma activa y
divertida, de manera competitiva o no, que se realiza exclusivamente con fines
recreativos, y con la que se busca principalmente el placer y el bienestar[1].
La dimensión lúdica está presente en el ser humano en casi todas sus
actividades, aún sin tener consciencia de ello, como medio con el cual se
explora el mundo alrededor de sí. Más aún, autores como Johan Huizinga definen
al ser humano como “homo ludens”, por cuanto es, como los animales, el
ser que juega, que toma la vida como juego. Para este autor, “el juego es más
viejo que la cultura; pues, por mucho que estrechemos el concepto de ésta,
presupone siempre una sociedad humana, y los animales no han esperado a que el
hombre les enseñe a jugar”[2].
Basándose
en Piaget, Swanwinck opina que la música depende de tres impulsos lúdicos, a
saber: el dominio, la imitación y el juego imaginativo; y defiende la idea de
que el juego, como característica fundamental humana, estaría unido
intrínsecamente a toda obra musical[5].
Una educación
con diversión
Muchos
pedagogos a lo largo de la historia han valorado en la música una realidad
puramente lúdica, coadyuvante en los procesos de aprendizaje y de
socialización, entre muchísimos otros beneficios. Así, me atrevo mencionar a un
gran santo educador, -San Juan Bosco-, quien es modelo, para mí, de una “santa
pedagogía”, además de ser el conocido como Padre, Maestro y Amigo de los jóvenes.
Él hace evidente el aspecto lúdico de una manera especial y muy marcada, de modo
que el juego constituye una de sus más fuertes convicciones pedagógicas, la
cual fue madurando desde su misma experiencia educativa personal y luego entre
los jóvenes. Así, el aspecto lúdico quiere ser, en la pedagogía salesiana, la
más clara expresión de la liberación que se busca para los muchachos a través
de todo lo que a ellos les agrada y que, lejos de perderlos en los caminos de
la inmoralidad, promueven valores humanos y religiosos[6].
Uno
de los elementos que dicen de la asunción de la música como juego en Juan Bosco
es su despreocupación por la rigidez y la norma musical, aun cuando no la
desvalora. Juan Bosco ama y disfruta la música y así la transmite a sus
muchachos, como un juego que se realiza con alegría, en todo momento: en la
vida ordinaria del Oratorio, pero también en los paseos y excursiones. El
elemento lúdico es, pues, inherente y carismático en su propuesta educativa, y
de este modo ha sido cultivada la música dentro de las tradiciones salesianas.
El
“pasatiempo” musical: su presencia en los jóvenes
Para
todo aquel que decide caminar con los jóvenes, resulta necesario rescatar la
dimensión lúdica de la música, que se constituye como un elemento que caracteriza
toda la vida con los jóvenes. Es importante comprender que el juego es una
necesidad del ser humano, de modo que, cuando se juega, se viven experiencias
que preparan a toda persona para enfrentar responsabilidades en la sociedad de
la que forma parte, y se favorece la comunicación y la expresividad, por ser
una forma de expresión espontánea y motivadora.
Específicamente, el juego musical se convierte en una estrategia
educativa válida y atractiva, especialmente para los niños, adolescentes y
jóvenes, los cuales por naturaleza tienden al dinamismo lúdico más fácilmente.
La
finalidad de la educación, independientemente de su carácter formal o informal,
además de ser integral e integradora, es la de cultivar los diferentes modos de
expresión, todos ellos presentes en las distintas manifestaciones del arte, que
le darán al joven las herramientas posibles para desarrollar sus facultades mentales
y su sensibilidad. Más específicamente en la vida grupal, el joven posee
inquietudes y necesidades que deben ser atendidas por sus animadores o educadores;
esto es un supuesto que muchas veces no es tomado en consideración como es
debido.
Si
eres monitor, animador de grupo, pedagogo o líder comunitario, seguramente
haces uso frecuente de la actividad musical dentro de tus intervenciones,
individuales o de grupo; sin embargo, es posible que no la estés considerando
con una mayor significatividad ni aprovechándola de un modo positivo con todo
su potencial.
En
esta sociedad tan automatizada, parece importante desarrollar el aprecio por el
uso de lenguajes y símbolos como elementos que permiten el pensamiento lógico,
la construcción simbólica del mundo y la comunicación de las ideas y de los
sentimientos. En este sentido, la estrategia del juego musical exige del
animador una cierta preparación pedagógica que oriente a todos y cada uno de
los integrantes del grupo en el ordenamiento de sus ideas, conocimientos y
destrezas que, a su vez, le permitirán lograr las metas que se persiguen. El
juego musical propiciará, en la vida grupal, un clima de mayor confianza y
seguridad, de motivación y de incentivo a la creatividad.
Si
bien es cierto que el fin de una intervención grupal no es el de formar
artistas, -y esto debe tenerse como un elemento clave para no caer en
reduccionismos-, sí que debe entenderse al arte en un sentido mucho más amplio.
Entre los diferentes tipos de expresión libre, la música constituye una de las
más utilizadas por los jóvenes para expresarse en el tiempo libre.
El
juego musical, dentro de la experiencia asociativa de los jóvenes, da una
tónica festiva propia de la juventud, ofrece herramientas para crear entre los
grupos y asociaciones juveniles una estrecha vinculación, en un clima de
alegría, de entretenimiento, de distensión y de recreación. Es importante
resaltar que uno de los elementos que distingue al juego musical respecto de
otras manifestaciones musicales es su carácter distendido, en el cual la
espontaneidad prevalece, sobre todo en actividades recreativas, paseos,
excursiones y en los momentos intergrupales no organizados.
Resulta,
pues, apasionante comprender los alcances insospechados que logra el fenómeno
musical, si sabemos contemplarlo con la apertura y el buen gusto, con la disposición
al crecimiento integral de toda persona, y creyendo que la música acompasa la
cotidianidad de todos, en mayor o menor medida. Valorarla como tesoro, en su
esplendor espiritual, nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos, y
adentrarnos al tesoro que llevamos, donde Dios habita como “Música” que da
sentido.
¿Quieres
escuchar a Dios? ¡Entrénate con música!
Un
abrazo, y hasta la próxima.
Samuel
Pérez Ayala
[1] Cf. MATOS R., Juegos
musicales como recurso pedagógico en el Preescolar, FEDUPEL, Caracas
s/f, 14-15.
[2]
HUIZINGA J., Homo Ludens. El elemento lúdico de la cultura, Alianza,
Madrid 1972, 11.
[3] Cf.
FLORES G. – GUTIÉRREZ I., Diccionario de Ciencias de la Educación..., 1156.
[4]
HUIZINGA J., Homo Ludens..., 188.
[5] Cf. SWANWICK K., Música,
pensamiento y educación, Morata, Madrid 1991, 57-62.
[6] Cf. CHIOSSO G., “Don Bosco
y el Oratorio”en PRELLEZO J. (Ed. por), Don
Bosco en la
historia, CCS, Madrid 1990, 304.
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