De "creyentes" a "creíbles"



En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén, se acercaron a Jesús, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron:

-¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores, y comen el pan con manos impuras?

-Él les contestó:

-Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos». Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:

-Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro. (Mc 7, 1-8. 14-15. 21.23)

Justo el día de ayer, 28 de agosto, recordábamos a un gran hombre, San Agustín. Hombre que se atrevió siempre a vivir hasta lo profundo y con espíritu inquieto, incluso desde antes de su conversión. Este santo iluminó a toda la Iglesia desde los primeros siglos en la experiencia personal de encuentro con Dios, desde lo más íntimo, sin medias tintas ni falsedades. "Ama, y haz lo que quieras", solía repetir entre sus contemporáneos, luego de que el Señor irrumpió en su vida desastrosa y desenfrenada. 

La Palabra que el Señor hoy nos pronuncia va en esta línea, la medida de lo esencial, la necesidad de volver a lo primero, la autenticidad de quien no se queda en los accesorios aparentes, y se atreve a vivir la fe desde dentro y sin pretensiones externas de perfección. Jesús responde duramente ante la provocación de los fariseos y algunos escribas, quienes intentan acorralar a Jesús valiéndose vilmente de los discípulos, usándolos como "rehenes" de la ortodoxia. 

La tradición judía con los años había perdido por el camino lo más puro y esencial: la experiencia de un Dios vivo que ama y libera a su pueblo y lo compromete a una vida feliz en la entrega desinteresada a los que más sufren. A Jesús, como buen judío, le duele estas desviaciones que han venido a pervertir la Ley y han envuelto al pueblo en un marco esclavizante y difícil de llevar, apartándose de la voluntad de Dios, y centrándose en lo aparente, superficial y exclusivamente humano. En pocas palabras, ¡una religión sin fe! Creyentes hechos "entes" de moralismos absurdos, y no seguidores "creíbles" que viven desde la autenticidad del amor operativo y eficaz, puesto por obra. Esto es, en resumidas cuentas, lo que denuncia Jesús con dureza, llamándoles "hipócritas" sin ningún apuro, y haciéndoles ver de qué va esto de la fe: ser creíbles, y no sólo creyentes. 

Tuve la ocasión de acompañar durante varios años los procesos de transformación de bandas delictivas; llamaba mucho mi atención cómo estos jóvenes, aun perdidos en la oscuridad, mantenían una fe inquebrantable en Dios. Sin ir más lejos, una de las actitudes que más critica la sociedad de hoy a los creyentes es nuestro afán de "darnos golpes de pecho" mientras calumniamos a nuestros hermanos con la crítica y la murmuración. Sin entrar en la injusticia que nos puede suponer toda generalización, es una voz a la que hay que atender con humildad, y de esto precisamente nos habla hoy Jesús, y su encuentro con nosotros en su Palabra es una llamada a la conversión del corazón de donde salen los sentimientos más bellos y nobles, pero también las "impurezas" más atroces envueltas de egoísmos y soberbias. 

Quizás hoy sea un día importante para comenzar de nuevo, aprovechando que se nos acaban las vacaciones y nos toca plantearnos nuevas rutinas, nuevas metas, nuevas responsabilidades. Procura pues que, entre tus objetivos a alcanzar, se encuentre el deseo más hondo de hacer crecer tu vida de fe, y ponerla por obra en la solidaridad, en un salir de ti, en la inquietud por hacer un mundo mejor, sin conformarte con ser un creyente de pura lengua y poca credibilidad. 

Feliz día del Señor. 

Quien camina contigo, siempre. 

P. Samuel 

Comentarios

  1. Cómo está nuestro interior así está nuestra vida... seamos creíbles, no para los demás, sino para nosotros mismos y para Dios

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  2. Dicen por allí que "las palabras convencen pero el testimonio arrastra"; leyendo el artículo he pensado como nos cuesta a veces predicar con el ejemplo. En algún momento nos acomodamos y dejamos a construir para hibernar en un cristianismo "seco" y "estable" , ambas cosas en si mismas son utópicas pero las volvemos parte de nuestra vida diaria.
    Gracias Padre por recordarnos que debemos hacer crecer nuestra fe y ser testimonios de un Cristo Vivo, el cual encontramos en nuestro prójimo cada día.

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