Cuando digo "no", pero acabo yendo...


En mi tierra solemos decir: "Perro que ladra, no muerde". Es como el pan nuestro de cada día nuestras promesas incumplidas, nuestra desintegración entre lo que decimos y hacemos, lo que hacemos y queremos, lo que deseamos y no logramos. Vivimos como en "fragmentos", somos como un almacén por compartimentos, como un gran "Ikea" pero sin marcas en el suelo para seguir la ruta. O sea, ¡un desastre! 

¡Cuántas veces en casa no reñimos ante los recados que nos mandaban nuestros padres... pero luego íbamos, más por la zurra que nos esperaría si finalmente no íbamos que por lo que podíamos o no decir, quejas más quejas menos!

Jesús apasiona, enamora esa habilidad pedagógica sinigual para explicarse con los ejemplos más caseros. Él sí que "zurra" y escandaliza a los fariseos con sus denuncias ante todo lo que huele a falsedad, a poca transparencia, a apariencias, a hipocresía y dobles caras. Explica en una parábola "de andar por casa" una realidad profundamente verídica, que traspola incluso al Reino de Dios, su pasional "monotema". 

El padre que tiene dos hijos, a quienes les manda a trabajar: el primero dice que no, pero fue; el segundo dijo que sí tan sonrientemente, pero al final no fue. Los fariseos reconocen que quien ha hecho la voluntad del padre ha sido el primero, y en esa misma proporcion, Jesús reacciona denunciando que "los de mala vida" les preceden en el Reino, porque, aun siendo pecadores (como el resto), tienen el corazón abierto a la aventura de la fe, a procurar una relación nueva, distinta, renovada y de Vida. 

Imagino que las caras de los fariseos quedaron como piezas de museo ante este "contrataque" de Jesús. ¡Pero siempre dice la verdad, porque Él es la Verdad! En Él todo coincide armónicamente, lo que dice, lo que hace, lo que es. ¡Y Jesús dice, hace y "es" el Reino! 

Lo tenían ante sus ojos, y no lo vieron. ¡Ufff! Cuando en mi oración hago ese ejercicio tan recomendado por San Ignacio de orar los encuentros de Jesús "como si presente me hallase", siempre pienso para mis adentros que seguramente yo actuaría igual, como un fariseo más. 

Me invito, te invito a mirar dentro, a navegar por esas aguas profundas del mundo interior que tanto miedo nos da, y miremos qué tan armoniosamente están nuestra cabeza, corazón y manos, nuestro decir y nuestro hacer, nuestro prometer y no cumplir, o nuestros continuos enfados que acaban siendo obediencia y realización ante lo solicitado. Quizás no somos prostitutas ni publicanos, pero en momentos como estos es cuando desearíamos serlo para recibir de Jesús esos piropos tan humanos y tan ciertos. 

El problema no es ser pecador (¡que todos lo somos!), el problema es no sabernos necesitados de restauración, esa restauración que sólo y nadie más que Jesús sabe ofrecernos. 

¡Por tanto, a veces prefiero decir que no, porque sé que, luego de mi fanfarroneo, acabaré yendo y con gusto! 

Así que pide al padre que te mande, a ver qué dirás y que harás. 

Nos vemos en la próxima. Por lo pronto, seguimos caminando mientras cantamos. 

Un abrazo 

Samuel 








Comentarios

  1. Excelente reflexión lo ubica a uno en preguntarse q digo y q hago y quien soy para corregirnos y seguir mejorando bendiciones padre Samuel... clara

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