¡En la iglesia, como en casa!


¿¡Quién en su familia no tiene al primo que se las sabe todas -y presume de ello permanentemente-!? ¿¡Quién entre sus familiares no tiene a la cuñada pesada y entrépita, al hermano descuidado y lejano, a los suegros controladores y a la tía soltera que vive en estado intensivo de depresión y desamor!?... 

Pues, para nuestra dicha (o desgracia), en la comunidad creyente, tanto como en casa, tenemos a todas estas "piezas" del puzzle, y más. ¡Y, qué maravilla! Quiere decir que somos una realidad muy humana, aun contando con el Espíritu Santo como "nodo" de conexión entre nosotros. 

La Palabra del Señor siempre sorprende y nos da donde más nos duele, donde más cojeamos. Después de varias semanas contemplando a un Jesús fascinante que pone los cimientos sobre Cefas, cambiándole el nombre por "Pedro", y revelando su identidad más profunda como Hijo de Dios y Mesías... hoy se deja de historias demasiado elaboradas y se centra en la necesaria formación de su pandilla. ¡Vaya, qué difícil se lo hemos puesto al pobre! No le quedó más remedio que dejarnos unas instrucciones tan concretas como los pasos a seguir de un manual de Ikea, a ver si así pillábamos algo de su mensaje. ¡Y ni así! 

Corrección fraterna, expresión muy concreta de ese amor operativo con que nuestro Dios Trinidad quiere darse a conocer y quedarse entre nosotros. Concreción aterrizada al mínimo detalle cotidiano sobre cómo hemos de vivir para hacer crecer el Reino de Dios inaugurado en Jesús. Si tan sólo hiciésemos un mínimo de caso a estos modos tan "de andar por casa" para vivir en el diálogo permanente, la unidad en la diversidad, el ejercicio del perdón... ¡cuánto de mejor no sería nuestro mundo! 

Decía esta mañana a mis parroquianos (palabras más, palabras menos) que el seguimiento de Cristo necesariamente pasa por la Cruz, y ésta en dos necesarias coordenadas: la relación íntima con Dios y la comunión con los hermanos. Si falla alguna de las dos, es que nos falta graduar algo en nuestro esfuerzo permanente de  seguimiento. Así, la Cruz es, sin duda, el parangón y parámetro permanente desde el cual medimos, tomamos el pulso y evaluamos nuestra vida creyente. 

A pesar de mis tantos pecados y las faltas de los hermanos, nos mueve la esperanza, nos impulsa el Espíritu que renueva permanentemente a su Iglesia, -muy a pesar nuestro-, y en Él hemos de seguir avanzando, soltando amarras, remando mar adentro, dejando que Él tome el control de nuestros grupos de vida, comunidades, estructuras, congregaciones y templos.

Si bien todo hay que mirarlo con realismo, -y sabemos que hay actitudes entre nosotros de un auténtico escándalo-, también es cierto que dentro de esta barca estamos todos, por lo que te sugiero que cada vez que pienses en lo incoherente que es la iglesia, te mires al espejo y te lo reproches a ti mismo, porque tú, sí, también tú, eres tan iglesia como el Papa Francisco, la monjita del colegio a la que llamabas "bruja" y el párroco que te echa la bronca sin tón ni són. ¡Tan iglesia eres tú como yo! Así que menos ejercer de "Radios Patios", de marujas y de "sanedrines", y más a poner el hombro para ser y vivir con autenticidad en la caridad, para que podamos vivir en la Iglesia no sólo con las mismas manías de casa, sino también con las mismas sorpresas, las mismas maravillas, el mismo amor compartido, la misma confianza... ¡como en casa!

Seguimos caminando juntos mientras cantamos. 

Hasta la siguiente. 

Abrazo 

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