¡Recordar sin dolor!


La canción de nuestra querida Celia Cruz, "Ríe, llora" es un buen y "pachangoso" resumen de la escena que mañana recordaremos (pincha y entérate de qué va el Evangelio de mañana). 

"Eso es el perdón, recordar sin dolor", dice una de sus frases. Es una concepción bastante realista de lo que puede implicar el proceso del perdón, que pasa por los muchos grises, desde el rencor más atroz y amargo hasta la reconciliación capaz de renovar y vincular, -hasta de manera milagrosa-,  las relaciones quebrantadas por la ofensa. 

¡Perdonar, qué verbo tan profundo pero a la vez complicado! En nuestros tiempos, -tanto como en las épocas remotas- el perdón, como la venganza, estaban vinculados a la reciprocidad y a la equidad: "ojo por ojo...", "no hagas a los demás...". Y esa "regla de oro" impresa a fuego en el ADN de la humanidad desde siempre la hemos ido acomodando a nuestros antojos, a veces hasta con descaro. 

En la tradición judía habían límites legales para el perdón, por eso Pedro alarga la cifra con timidez y pregunta a Jesús si hasta 7 veces se debe perdonar. Pero Jesús, como siempre, abunda, exagera, multiplica exponencialmente hasta 70x7. Es una cifra del Antiguo Testamento referida a la venganza, que Jesús contrapone aplicándola al perdón. ¡Vaya si es vivo y brillante Jesús! (Bueno, es Dios 😉) Convierte en un "siempre" una realidad cotidiana personal tan trabajosa y excepcional. 

Por eso, quien dice que Jesús no es exigente se equivoca. Es realmente sobrenatural su propuesta de seguimiento, implica el morir a nosotros mismos, a nuestros inalterados egos, a nuestra incapacidad de torcer el brazo, a nuestra estrechez de perspectiva y poquísima empatía. 

Así que, el solo pasar del "perdono pero no olvido" al "recordar sin dolor" de Celia es ya una gran batalla ganada. Si recuerdas esa ofensa de aquel innombrable con menos dolor de tripas y ganas de devolver, ya es un gran paso. Si pasas por tu corazón (re-cuerdas) aquella escena o episodios enteros de daño mutuo, conflicto, insultos y "dimes y diretes" con menos taquicardias y hasta escapándose de tus labios una oración compasiva por ese individuo, entonces... ¡vas bien! 

Te invito, pues, (porque me invito a mí primero) a pulsar día tras día esas sensaciones que se producen en ti al traer a tu memoria a esa persona o acontecimiento, con el deber expreso de que antes reconozcas cuáles son tus pecados y límites personales. Sólo así mitigarás el dolor o la sed de venganza animal que a veces llevamos dentro. Te basta con mirarte cada mañana al espejo y reconocerte inmerecido. 

¡El perdón es un don de Dios, así que haz tu parte! Suelta la calculadora, y convierte el perdón en un "siempre" (Se dice fácil, pero mientras te lo cuento voy reconociendo lo difícil que nos resulta) ¡Debe consolarnos y animarnos el "siempre" de Dios! 

Si me has leído, cuéntame qué tal va ese proceso de perdón dejando algún comentario. 😋

Nos vemos la próxima semana, para seguir caminando juntos mientras cantamos. 

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