Entender las cosas de Dios

Para un creyente normal y corriente que vive en el mundo, que trabaja y paga impuestos, que hace las compras y tiene anhelos de crecimiento, siempre le resulta complicado el saber discernir lo esencial de lo accesorio, lo primordial de lo secundario... lo que es de Dios y lo que es del "siglo" o del mundo (aunque esa distinción hoy -y para un cristiano- no sea la más feliz, porque cada día tenemos más claro que todos vivimos en el mundo, y que Dios es Dios-para-el-mundo, porque le interesa lo del mundo)

¡A lo que voy! La frase de Jesús que hoy resulta ser un refrán cotidiano: «Dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», resuelve un problema que parece tener vigencia también hoy para muchos malintencionados. Llevamos semanas escuchando a Jesús que habla a grupos de fariseos, sacerdotes, ancianos, herodianos... todos ellos a veces con mala baba y ansias de que Jesús se equivoque en sus respuestas ante las malintencionadas preguntas. Esta vez, fariseos y herodianos preguntan si es lícito pagar tributo y si esto ofende a Dios (Léete el evangelio de este domingo y comprenderás a lo que me refiero: ¡A Dios lo que es de Dios!) Hay que entender que en el contexto muchos radicales veían que el tributo es, de cualquier forma, idolátrico. Pero la respuesta contundente de Jesús es que a Dios le interesan otras cosas más importantes, y precisamente esas no están en la lista de sus prioridades. 

Teniendo en cuenta el conjunto del evangelio, «lo de Dios», lo que a Él le interesa, lo que es conforme a su naturaleza es que volvamos a casa, y esto pasa por transformar el corazón y hacerlo de carne, vivir la experiencia del amor operativo, compasivo y restaurador; escuchar, acoger y acompañar a los más débiles, desplazados y "leprosos" de hoy. Pero eso en realidad no interesa ni preocupa a fariseos y herodianos (y hoy quizás tampoco a muchos de nosotros, inmersos en estas sociedades del consumismo y la ostentación... algunos de los cuales nos hacemos llamar "cristianos") Pero resulta que es ésa la cuestión principal, para el tiempo de Jesús, y también para nuestro tiempo.

Las cosas de Dios ponen al centro la creación entera y, en ella, al ser humano de manera especial. "Lo de Dios" eres tú y soy yo, nuestra felicidad, nuestra relación de hijos suyos y de hermanos entre nosotros. ¡"Lo de Dios" es sólo amar! De nada vale tanto pudor cúltico, tanto golpe de pecho, tanto rosario bien rezado, tanta parafernalia, si no vivimos la misericordia, si no miramos desde y con los ojos de Dios. Y es ahí donde, también hoy, están en juego «las cosas de Dios», y no en el pago del "tributo al César".  (Gracias a Dios que hoy no nos damos mal con los temas tributarios, ¡sería lo que nos faltaba!) Entretanto, hay mucho qué andar de nuevo, o mejor, qué "des-andar" de nuevo, para volver a Él, a su Amor primero, sin perdernos en el trayecto.

En cualquier caso, vivamos lo que vivamos, seamos como seamos, tengamos el gobierno que tengamos, vivamos los conflictos sociales y civiles que vivamos, en toda circunstancia de persecución ideológica; incluso, más allá de nuestras sombras y pecados personales, comunitarios y estructurales... a los cristianos jamás podrán arrebatarnos la posibilidad de dar a Dios lo que es de Dios. Así que ¡adelante con ello!

Un abrazo de este pobre curilla que camina contigo mientras cantamos. 

Comentarios

  1. Sabia reflexión Padre Samuel, que nos permite profundizar que le pertenecemos a Dios y tenemos que darnos a El , con nuestras acciones y testimonio .. Darle a Dios lo que es De Dios!!!

    ResponderEliminar
  2. Es una triste realidad, tenemos que mirar en lo más profundo de nuestro corazón, si verdaderamente somos humildes seguidores de Jesús. Muchas gracias por su enseñanza.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario