Santidad: ¡tu mejor "tú"!

Entre marcas, libros de autoayuda, slóganes y frases hechas, nuestras redes sociales explotan con esta idea a modo de invitación: "sé la mejor versión de ti mismo". ¡Y no está nada mal, ¿no?! Ahora bien, a alguien creyente se le ocurre hablar de santidad y nos lo cargamos con la mirada o con palabras ofensivas. ¡Qué curioso! 

Hay una realidad innegable, aunque no siempre la identificamos así: ¡tenemos sed de más! Parece que "Alguien" nos lanza a la eternidad, que algo se nos queda corto en el camino, que alguna cosa no acaba de estar bien dentro de nosotros, o que algo hay que mejorar/cambiar en nuestra vida y en el mundo. ¿No es cierto?

Como soy un cura-educador, te hablo desde este particular "binomio", desde este pequeño rinconcito en que se intenta vivir en Dios y en el ser humano, teniendo pasión por ambas realidades. (Y, como diría una joven humorista canaria al acabar sus stand up, "¡lo que hay¡"): 

Recuerdo que cuando hice mis estudios de postgrado en Desarrollo Organizacional, los profesores siempre caían en la idea cada vez más asumida -¡por suerte!- de potenciar en las empresas el factor humano en todas sus dimensiones, incluida la espiritual. Así, logré hacer síntesis personal de lo que significa acompañar a las personas a sacar lo mejor de sí, eso que llevan dentro y que hace que el mundo a su alrededor sea mejor. 

Dicho lo cual, para mí el desarrollo humano integral elevado al máximo en una persona (y esto implica también elevarse al máximo en el amor, en la relación con Dios, con el mundo y con los demás), es vivir en santidad. Lamentablemente, incluso dentro de la Iglesia actual, hemos perdido y desvirtuado la realidad de la santidad como vocación común y universal, idea que algunos  grandes como San Francisco de Sales habían despertado y que, gracias a la Exhortación Apostólica "Gaudete et Exultate" del Papa Francisco, se vuelve a poner sobre la mesa con valentía. 

Lo cierto es que (¡una pena!) para muchas personas, (también para gente "de iglesia"), referirnos a la santidad es como hablar de un concepto abstracto, adoctrinante y retrógrado que, en el mejor de los casos, es para pocos y para tontos, como si fuera meta idealista a la que "se llega" con la ascética y el misticismo, o como un grado "perfecto" con criterios incluso estéticos. 

En el fondo, está presente la errada y peligrosa idea de que el querer "ser más" es sólo anhelo de ambiciosos, de capitalistas, de ingenuos o de beaturrones trasnochados. Curiosamente, nos da alergia el hablar de santidad, pero no rehusamos hablar de la felicidad ni del "ser yo mismo", cuando en la realidad nos referimos a lo mismo: "¡Bienaventurados...!" (Mt 5, 1-12). La gran diferencia no estriba en el anhelo de felicidad, sino en la mirada, en el "método": somos Santos cuando nos vaciamos de nuestro ego y nos llenamos del Espiritu, del Amor de Dios, así en inversa proporcionalidad. Es decir, soy "más yo" en la medida en que salgo más de mí. ¡Es la misteriosa experiencia que han vivido y viven tantos!

Ya James Martin, sj, dice: "Para mí ser un santo significa ser yo mismo. Por lo tanto, el problema de la santidad y la salvación es, de hecho, el problema de averiguar quién soy y de descubrir mi verdadero yo" O, como comenta mi querido amigo el padre Quique, cmf, en su comentario al evangelio de este domingo: "San Túmismo. Es de la misma raza que San Francisco, San Ignacio, Sta Clara o San Antonio Mª Claret. Pero es menos famoso". 

Vivir en la búsqueda incesante de lo que somos de fondo, de lo que estamos llamados a hacer crecer en nosotros con alegría e ilusión, sabiendo que vivimos para dejar huellas de sentido en quienes vienen detrás, para sembrar esperanza en medio de un mundo desesperado y desesperanzado, para pasar por la vida haciendo el bien y dejar el planeta un poquito mejor de como nos lo hemos encontrado... ¿¡Acaso no quisieras eso para ti!? 

Me retiro dejando una pregunta al aire, para que te acompañe en las próximas horas: ¿Cuál es tu sed más profunda? Trata de responderla entrando dentro, sin quedarte en la "epidermis" del objetivo: "la casa, el coche y el perro". Seguro que al final en algo coincidiremos. Y eso, hermano mío, se llama santidad, aunque le pongamos nombres con más punch. 

Hoy me despido no sin antes dejar una síntesis gráfica muy bien lograda sobre quiénes son los santos de hoy (del bueno de Agustín De La Torre): 
Hasta la próxima, te abraza este cura que es feliz caminando contigo mientras cantamos. 

Comentarios

  1. Ser tu mismo, y lograr la Santidad,que es la alegría la felicidad acá en la tierra, en ser consciente de los dones que Dios nos otorgó para nuestro ser y para poder dar a los demás...

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  3. El sexto párrafo resume el mayor reto que tengo en mi lugar de trabajo. Un abrazo, Samuel.

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  4. Me encantó, mi mamá, tu abuela Hilda es una santa, vivió para darse a los demas!

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