¡Gracias... Perdón... Permiso...!

Este año ha sido una auténtica montaña rusa, de emociones, de situaciones límite, de momentos tan agridulces como los mejores platos exóticos, con los que a veces es mejor probar de a poco, como los "gourmet". Les confieso que llevo en mi corazón un cúmulo enredado de sensaciones con las que acabo este año, mientras pienso en lo vivido, mientras miro este presente e imagino el horizonte. ¡Duro, intenso, sobrecogedor y esperanzador! 

Antes de que acabe el año, de mi corazón sólo salen tres palabras, las mismas con las que el Papa Francisco habló a los matrimonios jóvenes hace un par de años, y que me resulta importante reconocer, asumirlas para mí como consejo y como sabiduría práctica de amabilidad, buen trato y profundo respeto. Estas palabras, que por cierto están entrando ya en desuso, son: 

Un "¡Gracias!": al 2020, y en élal Señor por permitirme sentarme a escribir estas líneas, ileso de los males de salud y otros tantos males. A todo el que se ha topado con mi malhumor y mis momentos de desánimo, porque ha sabido comprender y acompañar los malos ratos, y alegrarse de mis alegrías, de mis sueños compartidos y de mi pasión por la vida. A mis hermanos de camino, de fe y de travesuras, los amigos y hermanos escogidos, por el amor compartido y las risas bien administradas entre los recuerdos, las videollamadas y las mascarillas (esas que nos permiten ahora hablarnos con los ojos y descubrirnos el alma). 

Un "¡Perdón!": al Señor, por no haber aprendido a reconocer su acción misericordiosa en mí, en mis hermanos y en los acontecimientos, tanto tristes como felices. Perdóname, Señor, por tanta torpeza, tanta infidelidad, tanta timidez, por tanta palabra mal dicha, tanto reclamo mahumorado, tanta espesura en mi trato con los demás. Perdón a mi comunidad, porque cuanto más se ama, más se hiere. Perdón a las promesas que quedaron esperando ser cumplidas, a los libros no leídos, a los planes no realizados. Perdón por los aguijones y llagas sangrantes que a veces bullen como volcanes y no miran retorno. 

Un "¡Permiso!": a este 2020, porque ya pasa; al que inicia porque venga cargado de buenas sombras cuando la luz incandile, de cálidos cobijos cuando haga frío, de buenas obras cuando siga llamando el hambre y la pobreza a nuestra puerta, de amables palabras ante el silencio y el maltrato, de santos gestos de compasión ante la indiferencia, de muchas conversiones del corazón y de muchas vueltas a Dios, cuando creamos que ya no hay sitio ni motivo para la espera. Permiso, Señor, para dejarnos encontrar y amar por Ti y en Ti.

Ahora sí, 2021, ¡bienvenido, ya estamos preparados! 

El Señor os bendiga y guarde. 
El Señor ilumine su rostro sobre vosotros, 
y os conceda su favor y su paz. 
¡El Señor os bendiga!

Santo 2021. 

Caminamos contigo, y mientras tengamos aliento, seguiremos cantando. 

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