¡Un Dios que habita en mis desiertos!

Un mensaje en tres palabras: desierto - corazón - paciencia.

Desierto:
El desierto
muestra, en mi opinión, los mayores contrastes, semejantes a nuestra propia vida. El Oriente Medio sí que sabe de desiertos, los pisa, convive en ellos. Por eso es un elemento tan usado en los relatos sagrados de los profetas, en sentido literal y figurado. Quienes vivimos en otro tipo de relieve terrestre nos cuesta imaginarnos cómo es un desierto, aunque hemos aprendido de pequeños que se trata de un accidente geográfico eminentemente arenoso o rocoso, en el cual llueve muy poco y, de tener vegetación, ésta resulta ser muy escasa. 

El desierto se nos asemeja, sin duda, a momentos, situaciones y estados internos concretos a lo largo de nuestra vida ¿Quién no ha vivido algún momento de sequedad, soledad y sinsentido? No sé tú, pero yo me he caracterizado por transitarlos con mucha frecuencia. ¡A quién podría gustarle vivir en tanta penuria! Pero también es en el desierto donde nos adentramos a lo profundo, donde hay poco que buscar, donde hay poco que aparentar. Es en el desierto donde se acaban nuestros espejismos, donde bulle la verdad de lo que somos. 

Corazón:
Pero, curiosamente, es ahí donde el Dios Único de Israel prometió hablar al corazón humano. ¿Quién desea el oro en un palacio, o quién siente sed dentro de un río con agua potable? Ese Dios, que es también el Dios de Jesús, tiene voz, y habla al corazón. Tiene esa capacidad para conectarse con las sequedades más hondas y las soledades más tormentosas. No sólo porque es nuestro Hacedor y hemos sido hechos por Él; también porque estamos hechos de Él. En nosotros habita su vida, su presencia. Y lo notamos precisamente cuando lanza un alarido al viento dentro de nuestros desiertos más áridos. Como lluvia que empapa la tierra, como llovizna que moja y penetra las grietas y surcos más escondidos de nuestro corazón. 

Paciencia:
Ese Dios tan desesperadamente amante, ha ido revelándose pacientemente en la historia de un pueblo. Ese Dios fiel y misericordioso, se va revelando pacientemente en tu historia y en la mía, haciéndonos muecas y señales, como cuando vemos a un niño intentando llamar tu atención tras la vidriera de una tienda. ¡Así es nuestro Dios! 

Dios del consuelo que tanto anhelamos y del que tanto huimos. Parece que mientras más cerca quiere estar, más decidimos alejarnos. En el fondo nos gustan los victimismos y las rupturas, son consecuencia de nuestras heridas vividas, evidencia de que no sabemos amar de otro modo mejor. Nuestro modo dista en tiempo y espacio al infinito con el modo de amar del Amor. ¡Lógico, faltaba más!

Por eso, hoy que el Señor nos regala la superoferta de un pago ya hecho, de una herida ya sanada, de un corazón ya enmendado... ¿todavía nos lo pensamos para aceptarlo? ¿A qué esperamos? ¿Por qué seguimos haciéndonos los sordos, los Giles, los desentendidos? 

Desierto - Corazón - Paciencia. Tres palabras que resumen la experiencia que el Señor hoy te invita transitar con Él, desde Él, hacia Él. 

¡Escucha su voz! Es el Dios que quiere habitar en tus desiertos. 

Te dejo una canción preciosa, inspirada en el Salmo 62: Desde el alba hasta el ocaso

Seguimos peregrinando mientras cantamos.

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