Entre Pinto y Valderomo (nunca mejor dicho)

 
¡Hola, queridos!
¡Es lunes, apenas segundo día de cuarentena! 
Desperté con la mente "entre Pinto y Valdemoros", ¡literal! He sabido del contagio masivo en este pueblo madrileño, y de al menos tres hermanos sacerdotes jóvenes infectados por el bicho. No dan abasto los hospitales para atender a la gente, hacen filas para acceder a ellos. 
Hoy he entrado al oratorio de mi parroquia con ese sentimiento de soledad profunda, pero misteriosamente también con la certeza infinita de que el Amor sigue moviéndonos, de que estamos en Comunión con todos los hermanos que más están sufriendo esta calamidad. Me siento profundamente unido a mis hermanos sacerdotes que hoy yacen enfermos por el Covid-19, con el dolor de que hoy no podrán celebrar la Eucaristía. Os digo, mis amados hermanos, que mientras pueda, hoy la celebraré por todos vosotros, me mantendré unido a vuestro sacrificio que es hoy el ofrecimiento redentor de nuestro Señor por tantos. 
Queridos hermanos, no estáis solos, el Señor no nos abandona jamás. 
Si pudiera daros de mi pobre aliento... pero el Señor nos sopla su Espíritu de Vida, y eso nos basta. 
Hoy sólo sale de mi boca las palabras de Pablo en 2 Co 1, 3-4: "Bendito sea Dios, Padre de misericordia y Dios del consuelo; Él nos alienta en nuestra lucha hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, compartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios". ¡Ánimo, que el Señor no parpadea, por amor a sus hijos, y tú eres su predilecto!
¡Hasta pronto!
Un cura que camina (de la parroquia a su casa) mientras cantamos. 

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