"Curas influencers", ¿y qué pasa?

¡Hola a todos!
Me despierto más temprano de lo común porque hoy me dio por rezar un poco, y porque viene rondando en mi mente algún "mal pensamiento" que ahora os lo comparto: 

En mi pueblo -como en todos- la sabiduría cotidiana se expresa, entre otros modos, en los refranes. Uno de esos es "dime de qué presumes y te diré de qué careces". Esto para justificar el título de este breve comentario. ¡Qué mal comunicador soy, qué poco perfil y carisma de "influercer" tengo. ¡Os lo digo de verdad! 
Pero, fijaos... no tengo el mínimo interés por serlo. Y si lo tuviera, ¿qué? ¿Sería menos cristiano o menos cura por eso? ¿Qué sería de San Pablo sin sus cartas? Era el medio que existía para manifestar al mundo conocido su apasionante "¡Ay de mí si no evangelizare!". ¿O es que sólo buscaba también él ser "protagonista" sin más?

¡Qué santa manía tenemos entre los creyentes -y qué habilidad a veces- para tomar sin reparo las piedras y arrojárnoslas entre nosotros! ¡Qué dichosa tentación de tener una permanente posición "crítiquista" ante la vida y la acción de los otros. Pero, más aún -cosa que sí que es más grave- creyéndonos con la licencia para opinar o sentenciar sobre las motivaciones e intenciones de los demás. ¡Qué osados somos! Eso sí, luego también criticamos a los fariseos. ¡Total, la cuestión es criticar! 

Lo curioso del tema es que coincide el "agente criticón" con el "sujeto comodón". Y ahí parece estar el punto. La Madre Teresa de Calcuta -gran "influencer" del silencio y también de las frases fulminantes- solía decir que se mantenía siempre tan ocupada en el cuidado de los más pobres que no tenía tiempo ni para criticar a nadie. ¡Quizás muchos nos estamos ocupando poco! Y me incluyo porque me siento iglesia, porque soy iglesia. Y por amor a ella es que rompo el silencio sobre este tema. 

No digo con esto que no haya de todo... ¡supongo que lo hay, si no, los abuelos no continuaban diciendo en sus populares frases con aroma de evangelio: "Hay de todo en la Viña del Señor". En efecto, si algo precioso tiene la Iglesia es su gran diversidad, la variedad en carismas y en gustos. El problema está cuando comenzamos a mirar de reojo el carisma y el don del que tengo al lado, y entonces dejo de mirar al hermano como un don, y comienzo a mirarlo como una competencia o como... ¡no sé qué cosa! ¡Vaya plan, ¿no?! "No haya entre vosotros divisiones" (1 Co 1, 10), aún cuando el mismo Pablo insistía en la diversidad de este Cuerpo maravilloso que es la Iglesia. 
Y es que entiendo que en esta bella Barca cabemos todos, lo que creo que no se vale es tomar ante la vida (¡de los otros, claro!) una actitud permanente de "criticadera" (no hablo de crítica constructiva ni de la sana denuncia ante lo que pueda resultarnos verdaderamente antievangélico), y más cuando miramos los toros desde la barrera, sin embarrarnos la vida, sin comprometer mi palabra con lo que dicen mis acciones. Y es así como entra el demonio para vencer (porque supongo que sabréis que el Tentador también es el Divisor). Por algo también en mi pueblo dicen "divide y vencerás".

¿¡Qué tal si cambiamos esa actitud por la de montarnos en el tren de la conversión y el cambio de mirada!? Y comenzamos a mirar al otro como a un hermano que, aunque no piense ni sienta igual, sigue al mismo Señor, en "una sola fe, un solo bautismo" (Ef 4,4). ¿¡Qué tal si, en vez de criticar tanto, apoyamos la iniciativa del otro y la enriquecemos con nuestras aportaciones personales, que siempre son muchas y muy valiosas!? ¿¡Qué tal si comenzamos a asumir al otro como un Don de Dios que, aunque diferente de mí, es un auténtico regalo!? ¿¡Qué tal si arrimamos el hombro con el ejemplo -a veces silencioso y callado, y otras veces comunicando el "ruido estruendoso" de la Buena Noticia de Jesucristo, y nos dejamos ya de ser espectadores "jurados" de los esfuerzos, intenciones y creatividad de los otros!?... Y así se me vienen tantos "¿¡y qué tal si...!?" 

En fin, que mi intención no es más que pensar "en alto", y comunicaros este arrebato que de repente me da al leer cada cosa y escuchar cada palabra en contra de los esfuerzos pastorales de otros hermanos, comulguen con "mi cuerda" o no. Total, no somos ni de Apolo ni de Pablo, sino de Cristo ¿no? Pues, ¡hala! A trabajar y a contemplar con alegría lo que somos y hacemos, que no estamos para perder nuestro tiempo, aunque estemos en cuarentena. Que el cántaro sólo hace ruido cuando está vacío por dentro, así que a llenarnos de la Fuente para que irradiemos agua viva, y no tanta sequedad, que para eso ya está el cambio climático que nos trae de cabeza. 
Vivamos la cuarentena como si no hubiera un mañana, pues no sabemos si, literal y efectivamente, ese "mañana" ya no exista para algunos de nosotros. Y alégrate con los logros y esfuerzos de los hermanos, que Pablo (por no citar a Francisco de Sales o a Don Bosco) también sería hoy el más audaz de los influencers, ¿y qué pasa?

Hasta otro día. 
De este cura, súper mal comunicador y buen pecador, pero que sigue caminando contigo mientras canta... ¡también en cuarentena! 



Comentarios

  1. Pues padre, usted siga desarrollando los talentos que Dios le ha regalado para que los demás nos podamos aprovechar de ellos, nunca para criticarlos ni envidiarlos, sino para tomar ejemplo y desarrollar los nuestros, por pequeños que sean.

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