De la indiferencia al Amor

¡Hola, amigos! 
¡Vaya panorama que tenemos por estos días en el mundo entero! Un colapso viral que se extiende sin distinciones y que va tomando rostros de miedo, incertidumbre y pánico. 
La reacción que vamos teniendo como sociedad me da qué pensar. Más allá del sustico que -confieso- también siento yo cada vez que escucho a un acatarrado toser. ¡Paranoia "inoculada"! 
Ya se trate de la mutación de un virus ordinario o de un arma biológica de exterminio, parece que el desespero colectivo nos está llevando forzosamente a un precipicio: la indiferencia. 
Quizás el miedo no es más que la ansiedad por sobrevivir sin haber vivido, la sensación de que hemos perdido demasiado tiempo en lo aparente y la paranoia ilusoria de que el mundo se acaba (para mí). 
No me preocupa tanto el que tengamos que aislarnos durante 14 días por prevención y reducción de la propagación del virus; sí que me preocupa que nos aislamos de la realidad sufriente del otro, -de los crucificados de hoy- y que nos deshumanicemos aún más. ¡Eso me aterra! 
Quizás este tambalear de las estructuras sanitarias, económicas, culturales que se percibe nos está acercando más y más adonde nos hemos negado ver durante tantos años: a nuestra vulnerabilidad y miseria, y a la esperanza del cielo, donde solemos mirar sólo cuando miramos acercarse la tenebrosa hoz. 
Hoy más que nunca, quizás el remedio ante el virus de la indiferencia sean la mirada compasiva, la solidaridad con los últimos y una oración profunda que remueva en nosotros la suciedad interna de tanto bienestar aparente. 
Pronto más. 
Un cura amigo que camina contigo mientras cantamos. 

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