Me declaro en "tierra de nadie"


¡Hola a todos!

Estos días especiales de cuarentena obligada nos da para mucho. Algunos continúan agobiados por el "teletrabajo", otros cansados por el tiempo libre en abundancia que hace desesperar. Y, entretanto, algunos van colocando cada cosa en su justo lugar, como enfrentándose a un necesario orden en la propia vida y en el uso de las cosas. Por no hablar de los que se han sumido en un auténtico "desierto" de incomunicación... ¡Cada uno y su "cadaunada"! Estupenda ocasión para todo eso y más. 

Os comparto que llevo varios días leyendo al padre Rodríguez Olaizola, jesuita español. Buena oportunidad para leer "Bailar con la soledad", un libro que estaba en la lista de espera a ser leído (como nos suele pasar con los libros aparcados en la estantería). 

He llegado a una página controvertida y actual que habla sobre "la comunicación como batalla", y el autor se adentra a describir cómo la actualidad nos presiona a tomar posturas extremistas y polarizadas, como una dinámica "de guerra" instalada en la que no se admiten matices ni posiciones intermedias.

Hago alusión a este apartado del libro porque coincido plenamente con el padre Rodríguez Olaizola en que muchos, sin embargo, estamos en un terreno neutral en el que corremos el peor peligro ante los "balines" y "cañonazos" que recibimos de un lado y del otro, tildados sin piedad como los "tibios", los inseguros, los confundidos... como si no hubiera cabida a términos medios y a posiciones matizadas. ¡Qué peligro! 

Y esto se vive en toda la vida pública, en cualquier sector: en la política, en la educación, en la cultura, en el arte, en la literatura... en la Iglesia. 
¡Sí, también en la Iglesia parece imposible, -o mejor- "inaceptable" el intento por vivir la comunión y por promoverla, polarizados por posiciones más ideológicas y "pseudoapologéticas" que de diálogo auténtico y de encuentro con lo común! Nos repartimos el vestido ensangrentado como auténticos centuriones pretendiendo quedarnos con la parte mayor para alardearnos de poseer nosotros "la verdad". ¡Y nos cuesta tanto entender que con esto lo que hacemos es pretender encerrar la realidad y la Verdad de Dios en nuestros conceptos limitados y barnizados de egoísmo y superficialidad. ¡De un lado y del otro! 

¡Qué difícil ser "de Cristo" cuando te exigen ser "de Apolo o de Pablo"! ¡Qué difícil seguirle, si cuando hablas de "los pobres" ya eres tildado de "rojo", o cuando hablas de liturgia eres "carca"! ¡Qué difícil vivir la Comunión en medio de dos bandos polarizados e irreconciliables, en el que no valen amistades ni puntos medios, ni matices ni argumentos. ¡Somos y estamos muchos de nosotros en esa "tierra de nadie" (¡tierra de muchos!), en la que sólo somos los tontos útiles, sujetos de mofas y sarcasmos. ¡Vaya soledad este desierto de incomprensión! 

Me niego a la estridencia y al extremismo talibán en el que muchos pretenden meternos, a ser llevado a los sanedrines de la moral o del libertinaje. Me niego a ser sujeto de partidarios del populismo demagógico o de la élite clasista, pues ambos me resultan asquerosamente iguales. Quiero ser de Cristo, y que mi extremo sea el amor que pueda poner en cada cosa y a cada paso que doy. ¡No quiero más! Y quiero creer que esto es posible, aunque para la mayoría no lo sea. Quiero entender que la disidencia y el desmarque es también una via de posible conciliación y no de batallas. Quiero seguir soñando que, aún en medio de esta guerra sin trincheras, es posible seguir mirando al cielo en la intemperie y la libertad de conciencia y pensamiento. 

Por supuesto, tú que me lees sacarás tus propias conclusiones, y estarás de acuerdo conmigo (o no), y eso seguro no media el que podamos encontrarnos de nuevo. 

¡Hasta otro día!
De este cura que camina del salón a la cocina y del baño a su habitación... pero que sigue acompañando el camino mientras cantamos juntos, ahora desde las ventanas. 

Comentarios

  1. Ser de Cristo es lo único que nos hace felices amigo y confidente. Ser de Cristo es la única vida para la plenitud, todo lo demás es pasajero, temporal. Después de caminar y caminar, a mis 26 años (hace unos cuantos años atrás) me convencí de esto. Un abrazo mi Sami

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