¿El examen final? ¡El Amor con que has amado!

Sí, ya sé que te incomoda esta imagen, que te parece miserable y escandalosa. ¡Amarillista y exagerada! Ya sé que en el fondo esta imagen hace de espejo, y refleja nuestras heridas más hondas, y sus peores síntomas: ¡la indiferencia y el olvido!

Hoy cerramos un ciclo raro para todos, extraño en todas sus formas. Hoy se abre una nueva oportunidad que nos llama a la esperanza. Celebramos la Fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Hoy, cuando hay cada vez más ínfulas de "reinados" entre las apariencias de las misses, el discurso barato de los políticos y la hegemonía de los medios de des-comunicación. 

Es cierto que a muchos nos cuesta imaginar esta fiesta desde nuestros parámetros mundanos. No sé tú, pero yo no concibo el ver a un Jesús enjoyado y con corona, con cetro real y sus dedos acusándome lo malo y ruin que soy. Sufro en mis miserias, pero me he encontrado con el Jesús de la Misericordia. Ese que, muy lejos de parecerse a un Juez sin corazón, me mira con una gran Compasión. 

¡He ahí su poder! El poder del Amor, el Reinado del Servicio fiel hasta el extremo, el "imperio" de lo escondido en las entrañas de una madre, el silencio de una entrega en Cruz. Ese Jesús de pies descalzos, que vela por sus preferidos, los últimos, los perdidos, los desahuciados, los moribundos, los drogatas y los no nacidos. Ese Jesús que se hinca para abrazar y bendecir, para ofrecerte cobijo, para brindarme el oído. 

Pero, ¿qué rey es así? ¿qué rey es capaz de eso? ¿Qué rey es capaz de tanto? Sólo un Dios conmovido por ti, que es capaz de salvarnos, haciéndose uno de tantos, uno de nosotros, en todo... ¡menos en el pecado! "¡Él es el Rey de la Gloria!" Quien posibilita que mañana, así, sin ton ni son, crezca en mí la esperanza y el sentido alegre por la vida, por pura Gracia. Dime, ¿quién es capaz de hacerlo así? 

Ahora bien, es claro y exigente. Pide todo de ti, pero te garantiza el cielo, la vida eterna, la felicidad... ¡aquí y ahora, y siempre, más allá del tiempo y la eternidad! ¿Cómo entrar en él? Dejándonos amar por el Amor, dejando que su Gracia nos sane y envuelva. Sólo así, experimentándole, podremos vivir desde el servicio a los que tenemos al lado, y desarmaremos nuestras defensas y muros, nuestros complejos de superioridad y nuestra apatía. 

¿Quieres ver a Dios? Ve a los suburbios, acércate a las entradas de los templos y supermercados, detente a la vera de los caminos, y míralo tirado en el asfalto de la soledad, la pobreza y la desnudez. 

¿Quieres abrazar a Dios? Míralo en tu casa correteando sin parar, dándote la tabarra con cara adolescente, haciéndote la comida y preguntándote qué tal ha ido el día. 

¿Quieres buscar a Dios? Mira al cielo, respira hondo, observa el atardecer y las estrellas, mírate al espejo y háblate con amor, haz silencio, taládrate el corazón, entra dentro y descubre una paz que está más allá de ti, más allá de mí, más allá de todo y de todos. Luego sal, y cómete el mundo. Porque el Reino de Dios no está aqui, o allí. "¡El Reino de Dios está en medio de vosotros!"

¡Un cariñoso saludo a mis queridos parroquianos en nuestro día! 

Seguimos caminando contigo mientras cantamos. ¡Viva Cristo Rey!

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