La espera confiada


No sé si ya te lo he contado, pero desde el 5 de febrero de este año hasta hoy llevo 34 kilos perdidos, gracias a un control disciplinado pero bastante llevadero de la alimentación (con todo lo que esto ha supuesto de esfuerzo, autodominio, ánimo y motivación personal... ¡además de compra de ropa con cuatro tallas menos, y en tiendas más "convencionales"!) Y es cierto que, ahora que lo he logrado, miro atrás con agrado, y a veces el presente con cierta tensión y cuidado de no volver atrás, o de no desandar lo ganado, en todos los sentidos (¡también en el físico!). 

Cuando estamos a punto de cerrar ciclos, cosechar lo sembrado, esperar los resultados del proceso... se nos tensan los músculos del cuerpo y del alma, y nos entumecemos. ¡Es grandiosa esta tensión! Tal y como pasa con cualquier estímulo que implican la expectativa, el miedo o la amenaza, tenemos esa capacidad de reaccionar activándonos, despertando, preparándonos. Incluso, algunos (como yo) somos súper eficaces trabajando bajo presión. Eso sí, ¡sólo a veces! 

No siempre reaccionamos con tal tenacidad, sino justo lo contrario: nos paramos, los nervios nos detienen la marcha y nos juegan malas pasadas, se nos seca la boca y nos sudan las manos... ¡Nos volvemos torpes y necios, y preferimos huir de la realidad estresante con el sueño inducido (¡si es con un Orfidal de 10 mg, mejor! 😏) 

Con nuestra vida espiritual sucede exactamente igual, descuidamos demasiado fácil nuestro espíritu y nuestra vida de fe. El cortoplacismo y la inmediatez al mejor estilo "fast food" nos ha sumergido personal y socialmente en la mediocridad y la inercia, casi como norma. Sólo estamos alertas ante la desconfianza y la amenaza que me genera el otro (porque hoy desconfiamos hasta de nuestra propia sombra). Parece que sólo para eso somos eficientes, y si he de preparar mi mochila, que sea para proveerme yo, ¡y sólo yo! Basta con mirar el fatídico panorama que nos deja esta pandemia, o la macabra gestión política de los acontecimientos actuales. ¡Entre la sensatez y la astucia, nos puede más la viveza reptil e instintiva. 

Si supiéramos que nada nos llevaremos con nosotros cuando nos lleguen el dia y la hora, sólo la certeza de nuestra contingencia y vulnerabilidad, y la gracia de ser criaturas. ¡Si supiéramos el dia y la hora de ese momento...! Preguntemos a quienes han caído del avión en Sri Lanka hace unos años, o a quienes murieron repentinamente en el terremoto de Turquía hace unos pocos días. ¡Planteado así suena tétrico, sin duda! ¡Pero así ocurre y transcurre la vida!

Quizás lo más sensato es vivir el presente "como si no hubiera un mañana", pero no desde la angustia desesperante generada por la desconfianza y la insensatez autosuficiente, sino desde la esperanza serena que te da el saberte amado sin condiciones, esperado con ilusión, perdonado y salvado. Esa esperanza alegre que, para un creyente, sólo la da una realidad que nos supera, y que un cristiano contempla en quien se acostó en una Cruz para mostrarte (mostrarnos) que sólo Dios puede ser tan humano. 

Sí, sólo desde el amor y la mirada compasiva hacia nosotros mismos y hacia los demás (sobre todo los más jo...robados), es que podremos iluminar tanta oscuridad envuelta en este mundo que vivimos. Un mundo de zombies deambulando y a tientas, esperando "mesias" sucedaneos que dopen nuestros anhelos más profundos del corazón. Sin el aceite del Espíritu es imposible mirar esta realidad con esperanza y alegría (de la auténtica y profunda, no de la que nos venden los gurús de la felicidad en recetas) Sin el aceite del Espiritu nos resulta insoportable el soportar al hermano quejoso y sufriente. 

Pero, en espera paciente y confiada, y dejándonos resituar la existencia por la realidad personal y presente de Dios, la vida toma fuerza en colores y en sentido. En espera confiada somos capaces de sacar lo mejor de nosotros, de brillar con la luz de Dios y de hacer el bien. Es cuestión de abrirse también a esta posibilidad, si de verdad apuntas a lo alto y no te conformas con vivir a ras del suelo.

Como mis palabras son siempre inútiles por sí mismas, te invito acercarte a lo que ese Dios compasivo quiere decirte. Haz clic: ¡Estad en vela!

Te saluda con cariño, este cura que camina contigo mientras cantamos... ¡y velamos juntos! 

Comentarios

  1. Que Hermoso escrito contando sus propias Vivenvicias. Encaminadas a una sola dirección Nuestro señor Jesu. NUESTRO APOYO. PRESENTE Y FUTUR0. QUE DIOS LO SIGA BENDICIENDO PADRE SAMUEL Y LE DE CADA DIA ESA HUMANIDAD Y SENSATEZ QUE LO CARACTERIZA. NI HABLAR DE LA MADUREZ ESPIRITUAL Y PERSONAL A LA QUE LLEGA CADA DIA. MIL FELICITACIONES. LINA

    ResponderEliminar

Publicar un comentario