Geoffrey: ¡De mayordomo a hijo!

De adolescente siempre me encantó la serie norteamericana “The Fresh Prince of Bel-Air”, conocida en los bajos fondos como "El Príncipe del Rap", protagonizada por el gran Will Smith. Entre los personajes de la serie, el que más me gustaba contemplar era al glamuroso Geoffrey, un joven criado que a su vez era el mayordomo. Con una presencia siempre pulcra, Geoffrey era todo un personaje: siempre con fina elegancia, decía las verdades con el mejor de los sarcasmos y con respuestas para todo. Es un inglés educado con un carácter muy serio. 

Este personaje vive en sí la trama interesante de ser un criado con poder, que conoce todos los recovecos de la casa y las historias más oscuras de la familia. De alguna manera, su sarcasmo no es más que expresión de la "autoritas" que le producen la confianza y el manejo de la información. Y con esa información podía hacer y deshacer. Sin embargo, -algo que le honra- Geoffrey no era capaz de separarse de esta peculiar familia, porque era parte de ella, era su vida el ser "el amo de las llaves", pero sobre todo era su vida el servir a la familia como un hijo más. 

Este personaje ha venido a mi mente de inmediato al leer y meditar sobre el precioso relato evangélico de este domingo. (Aprovecha y léelo, para que te enteres de qué van mis palabras de hoy: Lecturas del XXI Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo A)

A Jesús se le ocurre preguntar a la pandilla sobre su identidad, pero lo hace pedagógicamente y a modo de "círculo concéntrico": "la gente, ¿quién dice que es el Hijo del hombre?". ¡La gente! El de a pie, el que tal vez lo escuchó y ha pasado de largo, o quizás el que sí se detuvo y algo atrajo su atención... pero nada más. Las respuestas son variadas, como ocurre con cualquiera de nosotros si nos preguntasen sobre algún paisano del pueblo, de particular aspecto y que habla de un Reino. 

Juan el Bautista, Elías, Jeremías (o cualquier otro profeta) fueron algunos de los que salen a relucir en la respuesta de la multitud. ¡Normal!, ya hay entre la gente una idea -insuficiente y errada- sobre su presencia entre ellos, y son respuestas que expresan una concepción profética. Así como tú y yo hoy pensamos el cómo debería ser un maestro, un médico o el cura del pueblo, y quienes se podrían parecer -más o menos- a esta concepción, profesión, presencia o rol social. ¡Prejuicios, clichés! 

La reacción de Jesús ante estas respuestas seguramente no alteró en lo más mínimo los gestos de su rostro, ¡era lo esperado! Así vivimos, de lo esperado, de lo que debe ser y cómo deben ser las cosas, cómo debemos comportarnos y cómo debe ser nuestra conducta ante la sociedad. ¡Roles! 

Pero Jesús lanza el dardo al centro: "y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". ¡Ups! Yo me imagino a Jesús preguntándome eso a mansalva y sin antes invitarme a un café, y quedaría mudo. De hecho, lo pregunta cada día, y sí, a veces no sé qué decir, otras reconozco con suma pequeñez que es mi Señor. 

En el atrevido Pedro, es el Espíritu el que le hace decir: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". Quizás Jesús entendía que ya los chicos estaban bien entrenados en esto de la comprensión de la llegada inminente del Reino (la pregunta ya contenía el concepto de "Hijo del hombre"), o lo habían deducido por todo lo vivido con Él durante esos dias y meses. Lo cierto es que Pedro lo reconoce, inspirado por el Espíritu (porque, en efecto, Pedro no se enteraba de la hondura de lo que decía, lo veremos el próximo domingo)

Pero tal respuesta bien le valió el cargo de "Mayordomo de la Iglesia". Aunque a nosotros nos parezca normal escuchar de Pedro esa afirmación, la verdad es que es una respuesta fuera de serie, porque contrasta totalmente con "lo esperado", tal y como lo hemos dicho antes. 

La concepción mesiánica esperada iba por otra línea que en nada tenía que ver con lo demostrado en la vida, gestos, palabras y acciones de Jesús. Ese paisano, de pies descalzos, que come con publicamos y pecadores, que anda de libre por la vida con una pandilla digna de "reinserción social"... ¿Mesías? ¡Una locura que sólo podía ser afirmada con la asistencia del Paráclito!

Jesús recibe con muy buen agrado la afirmación de Pedro, le bendice y le promete una nueva realidad: ser roca. ¡Lo que recoge el Antiguo Testamento como afirmación de la Roca es referente sólo a Dios, la Piedra Angular que los cristianos reconocen en Jesús! Pero, ¿y Pedro? 
Pedro es roca por una razón: en él se fundamenta la germinación y crecimiento de una comunidad, se hizo referente del pueblo creyente y es vínculo de unidad. No por mérito propio, sino por "culpa" del Espiritu que le inspiró a hacer esta afirmación. 
Mayordomo por haber sido hijo, aunque Pedro no se entere todavía. Quien puede atar y desatar, pero no a su antojo, sino con la asistencia del Espíritu que lo conduce. Un Mayordomo que, como Geoffrey, se enfrenta con la miseria humana de la debilidad (incluso hasta negar por tres veces al Maestro), pero que no se le ocurre salir de casa porque en ella está su vida, su amor, su pasión, su sentido. 

Si tan sólo nos dejásemos conducir como hijos, capaces de andar por casa, con libertad, confianza y pies descalzos, para reconocer en nuestra vida el "Quién" de Dios en ella... ¡Quizás hasta se nos confíe más, por Gracia y no por mérito! ¡Tal vez recibamos de Jesús un bello piropo y nos llame "bienaventurados", como a Pedro!

En tu casa, con tu pareja, en el trabajo, en tu comunidad y en tu relación con Dios, ¿estás dispuesto a fiarte y ser "hijo" antes que un "amo de llaves", ser un "Geoffrey" y no un simple "mandamás", ser "siervo" más que "dueño"...? 

¿O más bien la dinámica de "lo esperado" te hace cerrar la puerta al Espirítu que sondea lo profundo y no se queda en lo aparente?

¡Piénsatelo! Recuerda que caminamos juntos. 

Comentarios

  1. Muy satisfactorio y bien relatado el evangelio de este domingo sin duda, todos deberiamos tener presente ser servicio aque no servidumbre pues en el servicio está la grandeza de quien sirve que no es un siervo sino un servidor, esto es alguien que sirve a Dios a través del hijos con la fuerza del espíritu santo. Enhorabuena amigo y seguiremos re-sonando, seguro qu esí

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