¡Multiplicar el bien sin calcular!

Jesús es un artista sinigual, y como buen artista, se niega a perder el tiempo en fórmulas matemáticas y métodos de cálculo. ¡Parece que eso de las mates se le da fatal! Lo mismo pasó cuando escribía sobre la tierra durante el acalorado juicio callejero contra la mujer adúltera (no se sabe lo que escribía, quizás sacaba la cuenta de cuántos de los acusadores presentes vivían adúlteramente la vida entera, o tal vez calculaba cuántas de esas piedras serían las necesarias para hacer un puente, o seguramente se adelantaba a los cálculos de Newton 😄). Lo cierto es que escribía y borraba, porque a Jesús eso de calcular se le da muy mal, y siempre le pasa lo mismo, se pasa de la cuenta, piensa en abundancia y sin medidas. 

Esta preciosa escena de multitudes, de necesidades, de generosidad y de encuentros así nos lo revela, no ya como un simple suceso mágico que nos abre a la admiración de su poder sobrenatural. ¡Hay muchísimo más en ese pintoresco pasaje bíblico descrito en los cuatro evangelios! (Que esté presente en Marcos, Mateo, Lucas y Juan es un gran signo, por algo será, ¿no?) Es que la situación que se sucede, la gran profundidad que desprende, lo hace ver como auténtico acontecimiento, con mucha miga y actualidad. 

¡La gente no lo deja tranquilo! 

Buscaba un sitio tranquilo para descansar después de haber vivido el trago amargo de la muerte y de las despedidas. Le buscaron, sí, por puro interés y necesidad, pero le buscaron. Al fin y al cabo, podemos presumirnos de creyentes como por mérito propio, pero la realidad más cruda y verdadera es que somos seres vulnerables, indigentes, necesitados. Asegurarnos en la fe como quien se apoltrona ante la vida hace sospechar de mucha soberbia escondida en los pietismos. 

¡Y su corazón le delató!

Jesús siempre escuchaba sus latidos, latidos del mismo Dios compasivo, que no puede dejar de mirarnos, que no puede no amar. Y escuchó los ruegos, y respondió a la solicitud. Lo hace siempre, es su "modus operandi", no tiene otro. ¡Si conociéramos de veras lo interno de su corazón sin la traición de nuestros mapas mentales y juicios! ¡Seríamos todos los humanos unos grandes enamorados de Dios! 

"¡Dadles vosotros...!"

Palabras que empoderan a la Iglesia en el servicio a los más débiles, palabras que son misión, tarea... ¡Con la fuerza divina que sale de sus labios! Dar de comer, ser alimento, nutrir, iluminar la vida de quienes viven desnutridos en el dolor y la desesperanza, en la falta de sentido y el vacío de la propia existencia. ¡Vaya deber el que nos delega, aunque nos cueste tanto el enterarnos. Pasamos la vida calculando cada paso. Los discípulos se habrán visto entre sí como diciendo: "este crío no se entera de la vida, y cree que con dos panes y cinco peces podremos dar de comer a este batallón" (con tono burlesco, quizás). ¡Porque en el fondo somos necios para creer, para confiar! Vivimos calculando esfuerzos, acciones, relaciones... 

¡Dar de lo que tenemos, una actitud juvenil!

Y hacen caso, reciben lo ofrecido por aquel a quien la sociedad tanto machaca: un jovencito. Pero, ¿¡qué tiene un jovenzuelo para ofrecer!? No resulta tan difícil imaginar las miradas prejuicios que se clavan en el joven como diciendo: "¡anda, pero no sólo van de botellón y son irresponsables!". ¡Pues, no! Dar de lo que tenemos, lejos de lo que lamentablemente pensamos muchos "mayores", es una actitud muy frecuente en los chicos; su autenticidad y buen rollo, su inquietud y voluntad por crecer y "ser más", los jóvenes nos enseñan en este chico la chispa necesaria para los grandes fuegos, las pocas migas para el milagro. 

¡Y comieron de sobra!

Luego de bendecir, ocurrió el milagro. La hondura eucarística de acción de gracias sitúa a la comunidad como multiplicadora del bien, por la Gracia que nos asiste. Estos panes y peces fueron necesarios, porque todo lo que tú y yo somos y tenemos es necesario para el bien. ¡El Dios de Jesús cuenta contigo para lo mejor! En palabras de San Agustín: "Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti". Por eso el salir de sí es la llave para multiplicar el bien, ofreciendo lo que somos, no nuestras sobras. Sólo así podremos comer de sobra y dar de comer a otros... ¡para que la vida abunde en todos! 

A todas estas, ¿das de lo que tienes, o eres de los que esperan a que otros "hagan milagros"? ¿Restas o multiplicas? 

Abrazo de este cura que camina contigo mientras cantamos. 




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