Soy cura, ¡perdón por existir! (o ¡Bienaventurados los perseguidos)

Unas de las sensaciones que tengo en el día a día tiene que ver con la terrible experiencia de sentirme juzgado permanentemente. Por ser joven, por ser extranjero, por ser gordo, por ser blanco, por ir de vaqueros y sandalias, o bien por usar el alzacuellos cuando creo que debo usarlo... en fin, parece que la cosa está en mantenerme en boca de la gente, por activa o por pasiva, porque unos me tildan de rojo y otros de azul, unos de "progre" y otros de "carca". La verdad que, se necesita a veces mucho coraje para seguir con ánimo e ilusión. Si no es por la misma comunidad, es por los críticos del barrio, o por los "ateos ocasionales", o por los activistas de movimientos feministas, animalistas, proabortistas, minimalistas, antitaurinos, paracaidistas o manicuristas. Da igual, el plan es que pese sobre nuestros hombros el existir. 
Eso sí... no cambiaría por nada en el mundo esto que he sido llamado a ser. El sacerdocio de Cristo es la impronta sin la que mi vida no tendría nada de sentido. El sacerdocio es bálsamo, tarea, don, Cruz, misterio, consumación de un Amor inmerecido y verdadero, vivido por Gracia y a pesar de mí. Así que, soy cura, sí, ¡perdón por existir!

Pongo también en mi boca las hermosas palabras que ha comunicado hoy el P. Rodríguez Olaizola, sj a este respecto, y lo suscribo totalmente, junto a tantos hermanos que sentimos como él. 

Aquí el texto completo, nos vemos pronto mientras seguimos cantando. Dios nos bendiga. 

En los últimos tiempos, he leído: «¿Cómo puede un cura escuchar a Queen?» «Los curas no deberíais ir a la playa». «El Vaticano debería prohibir a los curas tuitear...» hoy mismo alguien escribía, indignado, en una red: «no hay bastantes rastreadores, pero sigue habiendo curas» (parece que tendríamos que pedir perdón por seguir existiendo).

La ignorancia de alguna gente es extraña. Unos, porque creen que no deberíamos existir. Otros, porque piensan que deberíamos ser espíritus puros. A ver, que bastante complicada es nuestra vida -y lo digo sin drama, que otra gente tiene otras muchas y muy serias complicaciones-. Si vivimos en serio nuestro compromiso, bastante lío implica nuestro camino, nuestras opciones y nuestras renuncias, y bastante cuestan. Por más convicción que nos aliente, hay momentos bien difíciles. Pero, ¿renunciar a ser humanos? ¿A que nos guste la música? ¿A necesitar descansar? ¿A valorar un rato con amigos? ¿A tener alguna afición?  Ser persona también es todo eso... 

Y, sin embargo, pese al viento en contra. Pese a ser una época difícil. Pese a tantos que parecen empeñados en que solo hay una manera de ser sacerdote. Y pese a que hoy no es motivo ni de prestigio ni de reconocimiento, sino que más bien parece que para muchas personas esto nuestro es absurdo, no lo cambiaría por nada. No cambiaría el poder ser, aunque sea por un solo instante y pese a toda mi fragilidad, testigo y reflejo de Quien lo dio todo por amor. El poder traer el eco de su voz. El poder decirle, a alguien que se siente excluido, que tiene sitio en su mesa. El poder comunicar la misericordia de quien nos mira con infinita ternura...

Comentarios

  1. Excelente! Los curas y monjas siempre han estado en la mira de la sociedad!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario