La barca ha sido hecha para navegar... ¡Suelta!

"La barca ha sido hecha para navegar". Sí, esta frase que se la he escuchado a un buen amigo plasma gráficamente una certeza interior que ahora te comparto: 

Uno de mis grandes defectos es el "mal uso" del ego, y mientras más conozco a la gente, me doy cuenta de que el defecto es muy común. El problema real comienza cuando el ego nos hace actuar por soberbia; ahí entra el cornudo y hace estragos, en nosotros y en los otros. 

Esto viene a cuento de que en Jesús eso no ocurre, y aunque vivía desde su clara identidad humana, "se hizo uno de nosotros en todo menos en el pecado", por ser plenamente Dios. Vivía desde el "Abba" (su Papito) y en el Espíritu, y sin embargo se hace bautizar. ¿No viene esto a contradecir su misma realidad de hombre-Dios? Sin entrar en la profundidad teológica correspondiente (no es éste el cometido de mis breves reflexiones), sólo insisto en el asombro que nos genera el hecho de que Jesús pase por las aguas ante Juan en el río Jordan, como cualquier paisano.

Siendo el Hijo de Dios, se bautiza desde la profunda humildad del corazón, pasando por uno de tantos, en la fila de quienes necesitan ser purificados, perdonados y lavados. Nosotros, en cambio, vivimos desde el ancla del ego, sin cuestionarnos pensamiento, sentimiento ni acción, y justificando lo que somos, y más, resistiendo a cualquier cambio, por mínimo que sea, y con el "pseudobálsamo" de cualquier excusa autocomplaciente. 
 
En Jesús, es su profunda humildad la que conmueve el corazón del Padre, que se manifestará diciendo: “Tú eres mi Hijo amado en quien me complazco”. El fuego ardiente de su Amor le quema, le unge, le confirma como Hijo Amado. Nosotros vivimos en la gélida indiferencia y en la comodidad de la superficie, ciegos, tontos, fríos ante el mundo y ante nosotros mismos, como macetas de pasillo, sin voluntad de dejar huellas y sin preguntarnos qué sentido tiene lo que somos y hacemos día a día. Desde su llamada a la vida y, como una gran impronta en el bautismo, el Padre nos dice, por su Hijo, "tú eres mi hijo amado". ¿Has podido, has querido escucharlo decir? 

Cada ser humano es un hijo amado del Padre que se complace en nuestras debilidades, en nuestras limitaciones y pobrezas. Y el bautismo viene a confirmar esta realidad y hacerla vida en nosotros. Por eso, para nosotros el bautismo no es un simple recuerdo de ese mismo que vivió Jesús en el Jordan, sino que tiene la carga honda de la novedad. Desde ese momento nacimos a una nueva vida, y, si lo creemos, paso a paso iremos soltando la amarra del ego y viviendo la vida en Cristo, a la que estamos llamados. Vida de plenitud y alegría (no exenta de preocupaciones), de esperanza y creatividad en el Espíritu. 

Hace unos días, escuchando a nuestro Obispo Don Carlos, se me quedó grabada en el corazón una frase: "la creatividad (para hacer el bien) siempre viene del Espíritu". ¡Qué libertad nos da esta certeza en nuestra vida! Así que ánimo, soltemos las amarras y echemos a andar hacia las aguas más profundas. No nos quedemos en la orilla, a la vera de la vida. 

Te abrazo en nombre del Señor: con la ternura del Padre, la amistad del Hijo y la fuerza del Espíritu, mientras caminamos sin detenernos, cantando la vida y disfrutando cada paso. 

PD: por cierto, no estaría mal que hoy recordemos (o averigüemos, si no lo sabemos) el día de nuestro bautismo, el día en que nacimos a una vida nueva de hijos amados y predilectos del Padre. Si no has sido bautizado, piénsatelo, quizás el haberme leído hasta el final sea por algo. 

Comentarios

  1. Lanzarnos al mar... para eso es nuestra barca... la flowers y comodidad nos impiden soltar las amarras... Señor corta las sogas q me amarran al pecado...!

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