¿Qué buscas?

Hay preguntas necesarias aunque parezcan obvias. Hay preguntas que nos sacan de nuestro sitio y que nos hacen, cuanto menos, mirar dentro. Es cierto que, con muchísima frecuencia, intentamos responder a ciertas preguntas que en realidad no nos hacemos, porque confundimos la voz interior con los ecos. A veces no es cuestión de no escuchar, sino de escuchar bien; a veces no es cuestión de no preguntarnos, sino de formularnos las preguntas más claramente. 

Quienes nos hemos acercado al estudio filosófico entendemos que hay preguntas vitales que en algún momento, sobre todo en momentos críticos, bullen en nosotros y nos hacen poner el freno y hacer un parón forzado: "¿quién soy?... ¿de dónde vengo?... ¿adónde voy?..."  Aunque sabemos que estas preguntas nos acompañan a todos en algún momento, me impresiona ver cómo el nivel de distracción y superficialidad actual es tal que conscientemente parece que estos interrogantes de sentido ya no están presentes. ¡Y eso da miedo! Porque quiere decir entonces que vamos pasando por la vida sin más, que ésta "nos está viviendo", y que el sentido sobre lo que somos y hacemos no es hoy un cuestionamiento serio. 

Si damos crédito a que en cada ser humano (todavía hoy) hay una profunda sed de más, un anhelo profundo y vital por lo elevado, comprendemos que es un don que se nos da. Aunque no lo reconozcamos con estos términos, es el Eterno que nos hace preguntarnos por la eternidad, para alcanzarnos a Él, para propiciar el encuentro. Es ese "capax Dei" que está en lo más íntimo de cada persona, aunque no pongamos nombre. Y es que parece obvio, pero a veces buscamos y no sabemos el qué. ¿No te ha pasado nunca? Por eso, nuestro corazón se inquieta, buscamos, y no acabamos de encontrar. Es un poco lo que le pasa al joven profeta Samuel, que responde a la voz, pero responde a quien no le llama. Te recomiendo leer este relato precioso de Samuel, y me entenderás lo que te digo: La llamada de Samuel

La pregunta que acompaña los fondos de nuestras raíces, de nuestros deseos e incluso de nuestras decisiones es una pregunta sobre el sentido hondo de nuestro existir: "¿qué buscas?". Es la pregunta que resuena entre voces y ecos, pregunta de sentido vital, del anhelante, del herido, del caminante y del buscador, aunque no nos enteremos. Y es la pregunta que hoy Jesús hace a sus primeros seguidores, y que también nos la hace hoy a ti y a mí: "¿qué buscas?". 

Quizás la respuesta más epidérmica dé hasta reconocer la necesidad de tener la casa, el coche y el perro, y nos quedaremos a la orilla de la vida, aun sabiendo que está el Covid de por medio, que muchos mueren hoy de frío, y que las horas para muchos están contadas. Pero bueno, ¡así somos! Ni una peli de terror como la que hoy vivimos nos logra despertar de la pereza existencial. Pero, el reconocer que estamos llamados a "más" nos hace movilizar nuestros cimientos, nos hace remar mar adentro, hacia el mar de la inseguridad y la incertidumbre... y es cierto que a nadie nos gusta perder el control de la propia vida (y con mucha frecuencia también el control sobre la vida de los demás). 

¿Qué buscas?... ¿qué buscas... cuando te levantas cada mañana, con empleo o sin él, solo o con familia, en tus estudios o en tus relaciones con los demás...? Para ayudarte a remar, quizás te sirva el entrar más a fondo resolviendo con la pregunta complementaria: "¿y?... ¿para qué?"... Tal vez comencemos a comprender en nosotros la sed más profunda de nuestro corazón, y nos  atrevamos a zambullirnos sin temor en la Vida verdadera y abundante (Vida con mayúscula que sólo Dios puede ofrecerte) Y allí seremos felices. Por eso, a la pregunta de Jesús le sigue la respuesta (en forma de otra pregunta) de sus discípulos: "Maestro, ¿dónde vives?" Pregúntale y seguro te responde. ¡Y allí, sólo allí, seremos felices!

Mientras tanto seguimos caminando mientras cantamos por el camino. ¡Te acompaño!

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